4 de marzo de 2014

“Me gustan mis errores. No quiero renunciar a la deliciosa libertad de equivocarme” G. Marx


Aparentemente no tiene nada que ver la clase de counselling de ayer, pero voy a intentar relacionarlo. Me gustan los desafíos y ponerme a prueba a mi misma para demostrarme que no llevo razón en aspectos que no quiero tenerla. Por así decirlo, es como si me picara conmigo misma y aunque no siempre me salgo con la mía, consigo demostrarme que puedo hacer algo que en un principio pensaba que no. 

Pero cuando no es así, cuando no consigo lo que me propongo o me equivoco sin querer me planteo que hubiera pasado si hubiera actuado de otra forma o hubiera o no hubiera hecho algo para poder evitarlo. Lo bueno de equivocarte es que aprendes, aunque no sea de una experiencia buena. 

La frase va mucho más allá en cuanto a que cuando hacemos caso a alguien y nos equivocamos, el culpable de dicha equivocación no sólo es la persona que hace caso a quien da consejo sino también quien da el consejo. 

Ayer seguimos tratando el tema de la agudeza sensorial de la semana pasada pero con cierta sutileza. Hay gente que disimula mejor que otra y dependiendo de con quién esté, de la confianza con esa persona o del tipo de persona de que sea te va a costar más o menos. 

Para llegar a crear una relación de Rapport (sintonía) con alguien realizamos una serie de ejercicios. El primero consistía en acompasar (parecerse en cuanto a su forma de expresarse no verbalmente) o desacompasar durante una conversación. Una de las partes de la pareja desconocía el modo de trabajar, simplemente se le indicó que tenía que conversar con la otra persona. 

Reconozco que disimular no es lo mío y que no sabía cuando tenía que acompasar y desacompasar porque no sabía exactamente donde estaba Alejandro como para saber si tenía que acompasar o desacompasar, salvo cuando se acercaba a mi campo visual. Precisamente no pude saberlo porque estaba acompasando ya que mi pareja me estaba mirando conforme hablábamos. En cambio, sabía que si veía a Alejandro tenía que desacompasar necesariamente. Cuando desacompasaba me hacía más consciente de mis manías posturales. Tampoco quería acompasar demasiado porque la sutileza entraba en juego y se trataba de no hacer movimientos estrambóticos cada vez que desacompasásemos.  

Creo que es algo que suelo hacer de forma natural, el hecho no de imitar pero sí llevar a cabo esa capacidad de servir de espejo a la hora de hablar con otra persona. Es una forma de comprender y ver que la otra persona te está atendiendo. Pero no siempre es así, por ejemplo, si consideras que alguien no te está mirando puedes pensar que no te hace caso, pero sin embargo se está enterando de la conversación. O como cuando conoces a alguien y te hace un gesto que ya sabes si le pasa algo o no y no hace falta que haya hablado para saber qué le pasa. 

Un aspecto que no tuve en cuenta cuando hice el ejercicio, pero que tampoco suelo hacer salvo con gente que tengo cierta confianza, es no mirar directamente a los ojos cuando acompasas. Es una forma de intimidar cuando no conoces a una persona y pretender establecer una sintonía con ella sin saber si ella quiere o no. He aquí la importancia de los espacios  que se tendrán en cuenta a continuación.

Mientras acompasaba me pasaron varias cosas curiosas. Cuando dejaba de acompasar mi pareja me acompasaba a mí, de modo que esa relación no se rompía. Por ejemplo, acompasaba con la mirada y cuando tenía que desacompasar miraba la ventana o la pizarra de modo que mi pareja también lo hacía. En cambio, cuando se acompasa verbalmente es mucho más fácil notar los cambios de desacompasamiento aunque no solíamos desacompasar ninguno de los dos sino que nos hacía acompasar más, es decir, hablábamos de otro tema o no considerábamos que fueran tan obvios. O incluso tan eficientes, parece que no está tan relacionado con la manera de hablar o la cantidad de intervenciones orales que se haga sino con aspectos gestuales y posturales. Al menos esa es la sensación que me dio.


El segundo ejercicio consistió en gestionar los espacios primero entre las parejas individualmente y luego juntándose con las demás parejas para así notar las diferencias entre nuestro propio espacio y el espacio con el resto de compañeros, notando también las diferencias en cuanto al número de personas. 

Conforme se va cogiendo confianza con la gente, tu círculo se va “fusionando” con el círculo de otras personas. O puede que ese círculo permanezca porque en lugar de fusionase los círculos se han separado. O puede que durante un tiempo estuvieran fusionadas pero con el paso del tiempo ya no lo estén. 

Por último, el  tercer ejercicio consistía en hablar el lenguaje de la persona con la que estás hablando, es decir, interpretar la información que te llega. Por ejemplo, si una persona habla  de coches es un sinónimo de que le gustan los coches. A partir de una conversación pueden descubrirse muchos aspectos de la vida de las personas o de la forma en la que esa persona interpreta el mundo. 

La empatía tiene que ver mucho con lo que hicimos en toda la sesión. Es una manera de sensibilizarnos a notar los cambios o a inferir lo que nos quieren decir. En muchas ocasiones, las personas van por un problema pero la solución no está en el mismo problema sino que va mucho más allá, se refieren a aspectos de su vida que relaciona indirectamente o que en cierto modo no ha superado. 

Por ejemplo, cuando tuve el siniestro con el coche, el primer día tuve miedo de coger cualquier coche, por mucho que mi padre me instara a cogerlo para evitar que le cogiera miedo. Durante un periodo de tiempo, como el lugar donde ocurrió es un sitio de paso hacia mi casa, no podía tener los ojos abiertos en ese tramo. Quizá sea porque no recuerdo lo que ocurrió en ese tramo durante un pequeño periodo de tiempo y pensaba que tener los ojos abiertos me haría acordarme de lo que casó o evocar el propio accidente. Ahora no tengo ningún tipo de sentimiento cuando paso por ese tramo.

Como he dicho al principio, voy a intentar relacionar el sentido que tiene esta sesión con el sentido de la frase. Lo bueno de este tipo de frases es que son ambiguas, es decir, pueden tener varias interpretaciones al igual que las sesiones. Puede que a primera vista parezca que no hicimos nada en la sesión pero lo cierto es que en este tipo de metodologías el aprendizaje no es en la clase, sino que conforme pasa el tiempo va cobran más sentido.

El tiempo que dura una clase nunca es  suficiente para aprender pero depende de las distintas formas de clase, te da la sensación de que aprendes más o menos independientemente del tiempo que dure una clase. Lo que más me gusta de este tipo de clases tan prácticas que parece que no estás haciendo nada pero transcienden mucho. Puede que sea yo quien haga que transcienda más que las otras metodologías. 

Cuando comienzas una relación con una persona y tomas la decisión de hacerlo, es muy distinto a si lo haces porque es amigo de un amigo tuyo. Quiero decir, por imposición El hecho de que acabe bien o acabe mal esa relación que ha comenzado por decisión de la persona que ha querido que eso fuera así depende de esa persona. Tanto para bien como para mal aunque en el caso de que vaya mal no lo consideremos así. 

Para mí, lo importante de esta sesión es la capacidad de conectar y desconectar con la persona sin que ello repercuta en la relación que se está empezando a llevar a cabo. El hecho de desconectar no quiere decir que sea malo para que esa relación llegue a buen puerto o para que termine mal.


No hay comentarios:

Publicar un comentario