26 de diciembre de 2014

"¿Qué es un adulto? Un niño inflado por la edad." Simone de Beauvoir

Hace unas semanas, en concreto el viernes 12, tenía clase de DIDÁCTICA de las ciencias naturales, pero por motivos personales quise entrar en la sesión de prácticas anterior. Quise porque me dijeron que sin causa justificada y/o justificante no podía ir a una clase que no fuera la mía.

Uno de los motivos por los que tercero no me gusta es precisamente por esta asignatura, no solo porque haya más profesoras casi que carga docente sino porque lo que nos están dando no tiene NADA que ver con el nombre que tiene la asignatura. Sin ir más lejos, la evaluación de los contenidos de esa asignatura no están orientados a la didáctica de las ciencias naturales, guardando una lógica con la realidad del nombre de la asignatura, sino que nos examinan de las clases prácticas, es decir, de lo que se supone que ya sabemos, de los contenidos conceptuales que dimos el año pasado en dos asignaturas. 

Al principio del cuatrimestre, salió este debate, la distribución entre saber algo y saber enseñar algo, en otra asignatura pero yo no estuve de acuerdo con lo que se dijo. Considero tan o más importante saber algo que saberlo enseñar, y más teniendo en cuenta que el objetivo principal de la carrera, al menos el que debería ser, es dotar de herramientas para enseñar, motivar y aprender tanto para profesores como para los alumnos. 

A nivel personal, reconozco que no me acuerdo de los contenidos conceptuales de las asignaturas que se supone que tendría que recordar de primero de carrera. ¿En serio pretenden que nos acordemos cuando seamos profesores de los contenidos conceptuales que estamos recibiendo? ¿Alguien que haya realizado la carrera recuerda todos los contenidos conceptuales que se dan a lo largo de la carrera?

Más que saber lo que tiene que hacer un profesor es entender, es un proceso más complejo pero es el único, al menos en mi opinión, que es capaz de producir un aprendizaje significativo, es decir, aquel que es más prorrogable en el tiempo, o al menos que es más difícil de olvidar y más fácil de recordar.

Hay muchas maneras de fomentar el aprendizaje significativo, ya sea por medio del aprendizaje social o aprendizaje por descubrimiento, personalmente son las que más me gustan, o las que más utilizo, junto con Los Creativos, a la hora de elaborar las unidades didácticas. 

Los propios Creativos somos, a mi parecer, un buen ejemplo de aprendizaje social y por descubrimiento. Tenemos cualidades diferentes por separado pero juntos llegamos a conclusiones y descubrimos nuevas actividades que, estoy segura, separados no llegaríamos a descubrir. 

Me llamó la atención que no me dejaran pasar el último día de prácticas teniendo en cuenta que: se trata de una sesión donde se iban a realizar las últimas exposiciones de la asignatura, yo no tenía que realizar la exposición y la presencia a la sesión contaba para la nota final. Al principio quise ir por el último motivo, pero después de la situación tan absurda en la que me encontré no quise ir a la sesión que me correspondía pese a poder acudir.

Una lectura de PDD, que más me gustó y más vinculaciones a lo largo de la carrera estoy estableciendo, es "Soñar despierta". Al principio, me pareció una utopía de lo que puede ser o puede llegar a ser la docencia, en ese caso en concreto en la educación infantil, estando condicionada por el título del capítulo.  Pero conforme pasan las hojas, me fui dando cuenta que tampoco es una utopía, simplemente es dar la importancia que tiene a las cosas. 

Recuerdo un fragmento especialmente que trata sobre una niña que no va al colegio porque se va a desayunar con sus abuelos. De hecho, creo recordar que la propia madre le da explicaciones a la profesora y ésta le responde que si va a faltar por el mismo motivo ni se lo diga. 

Ya sé que regalo me voy a hacer a mí misma por Reyes, el libro en el que se encuentra este capítulo es "Los "trucos" del formador".

En la carrera hacen más falta contenidos didácticos que contenidos conceptuales, o al menos fomentar lo que tanto se dice sobre el aprendizaje social y no enseñar como hace 30 años. Para los que enseñan como les han enseñado, ¿realmente pretendéis que la situación cambie? Considero que si actuáis así es porque no creéis que se pueda cambiar. 

Sé que es fácil hablar de cambios, pero son procesos complejos y duros, sobre todo porque no son fijos, es decir, no puedes seguir los pasos de otras personas para conseguir el mismo cambio. Pero si ni siquiera intentas cambiar es porque no crees que la situación pueda cambiar. Nadie dijo que fuera fácil.




9 de diciembre de 2014

Encuesta docente



Una de las herramientas más poderosas que tenemos los estudiantes de la universidad, que considero que tendría que generalizarse a las demás etapas educativas, es la encuesta docente, en la que mostramos nuestro grado de participación y evaluamos a los profesores.

La evaluación no es unidireccional, es decir, no solo los profesores evalúan a los alumnos, sino que el hecho de que los alumnos puedan evaluar a los profesores es igual de importante. No hacerlo sería contraproducente para la docencia ya que se consideraría a los profesores como “Dioses” que están en poder de la Verdad y no pueden ser evaluados.

El otro día, no sé cuándo, estaba viendo un capítulo de “Cómo conocí a vuestra madre” en el que el protagonista, profesor de universidad novato, encuentra un foro de sus alumnos en el que le evalúan. Lo que más le molestaba al protagonista no era el hecho de haber recibido 60 opiniones muy buenas sino el motivo por el cuál uno de sus alumnos le consideraba mal profesor. No encontré la parte del capitulo en el que especifica su insatisfacción, pero el vídeo que se desglosa en el enlace muestra las dudas que le surgen a la hora de ser un tipo de profesor u otro.

Evaluar es un proceso de mediante el cual se califica numéricamente los conocimientos que has ido aprendiendo o enseñando en un periodo de tiempo. Tanto lo que se enseña como lo que se aprende debe ser evaluado, en mi opinión con demasiada rapidez, sobre todo porque considero que saber algo no significa haberlo aprendido necesariamente, sino que puede ser un simple proceso de recordar lo que se ha memorizado.

Enseñar y aprender es mucho más complejo que memorizar. Para enseñar y para aprender necesitas comprender, mientras que para memorizar no te hace falta. Te acuerdas porque te lo sabes de memoria pero si no te cuestionas por qué es así no lo has aprendido del todo, o al menos para mí no es un proceso de aprendizaje.

Volviendo al tema de cómo los profesores pueden interpretar ser evaluados, considero que es elemental y está estrechamente relacionado con la identidad docente y lo que se considera incidente crítico, es decir, aquellas situaciones que con las que no cuentan los profesores ya sea dentro o fuera del aula.

De manera más o menos consciente, nos evaluamos continuamente y evaluamos a los demás, quizá de manera mucho más explícita. No es un proceso difícil, pero justificar dicha evaluación sí que lo es, sobre todo porque recibes influencia de los demás y eso afecta a la evaluación que tú mismo tienes sobre una tercera persona o sobre ti mismo.

Es decir, la forma en la que nos influye o no, nos replanteamos nuestra manera de enseñar o aprender o no, afectará a un cambio o no. Si no consideramos que es nuestra culpa un determinado hecho no vamos a cambiar o quizá no cambias porque se ha producido un cambio que no tenía en cuenta.

Todo esto viene a que acabo de realizar la encuesta docente de este cuatrimestre porque considero es un recurso que tenemos los alumnos acerca de los profesores, de evaluarles, independientemente de que sea de manera anónima, sin tener en cuenta la menara en la que nos evalúan a nosotros.


Para mí, realizar la encuesta antes de saber la nota que tengo en las asignaturas es esencial porque mi evaluación hacia ellos es independiente de la nota que tenga, bastantes influencias tengo ya a la hora de realizar la encuesta. Es complicado ser totalmente objetivo en este tipo de encuestas y para  mí, es donde reside el rasgo distintivo del cuestionario, sobre todo porque han pasado demasiadas cosas durante estos meses como para pasarlas por alto, ya sea por tu experiencia personal como la que han tenido los compañeros. 

5 de diciembre de 2014

Predicar con el ejemplo



Siempre me ha molestado de la gente, y de mí misma, el hecho pretender cambiar algo pero no hacer nada por remediarlo, o al menos no durante mucho tiempo. Para mí, la docencia es un proceso dinámico, es decir, tienes que estar renovándote profesionalmente, sin tener en cuenta el nivel académico al que estés impartiendo clase.

Es cierto que en cualquier profesión es imprescindible, o al menos para mí lo es, avanzar conforme lo hacen las demandas porque considero que no son negativas, sobre todo aquellas que nos ayudan a desarrollarnos profesionalmente y a tener una visión más amplia o más concreta de nuestro campo de actuación.

Pero hay ciertas profesiones en las que el ámbito social es tan grande que la expresión “renovarse o morir” no está tan lejos de la realidad. Hace unas semanas leí un post de un profesor donde se explicitaba la dependencia de los profesores a las presentaciones de Power Point y lo que estaba produciendo en los alumnos. Un Power Point no deja de ser un simple recurso, al igual que puede ser un libro o buscar por internet, pero la manera de usarlo va a condicionar la manera en la que los alumnos consideren esa herramienta. En mi caso, todos los trabajos, o al menos la mayoría, han sido por medio de un Power Point por las ventajas que presenta como sintetizar la información y ser más visual que un libro, pero es cierto que puede resultar hasta cansado para nosotros estar continuamente utilizando ese recurso. Aunque no considero que sea un mal recurso, considero que se utiliza mal en el aula, o al menos la manera en la que me lo han enseñado a mí, porque, en ocasiones, se tiene gran dependencia de ese recurso. ¿Qué va a pasar el día que se vaya la luz?

En  mi opinión, creo que los alumnos estamos tan acostumbrados a ellos que ni tan siquiera nos importa lo que ponga en ellos, es decir, los consideramos como un recurso más. Acorde con este exceso de utilización de un recurso no tan novedoso, el otro día estuve debatiendo con un compañero sobre esta cuestión y me dijo: “Pero es que no se puede hacer de otra forma, los profesores se limitan a explicar que hay muchas formas de enseñar pero solo dan clases magistrales para prender que nosotros lo hagamos así”.

Mi contestación fue “Si piensas que no se puede hacer de otra forma, no lo vas a hacer”. Otra cosa es que sea más o menos fácil llevar a cabo una clase mediante una metodología más participativa del alumno, haciéndole partícipe de su propio aprendizaje. Si el profesor enseña a sus alumnos para que estos aprendan ¿qué sentido tiene que los alumnos no sepan lo que están aprendiendo, o que lo olviden a los pocos días de haberlo memorizado?

De hecho, todos hemos aprendido algo para un examen y al día siguiente o a las dos horas de haber realizado el examen, en mi caso, no te acordabas de lo que habías estudiado. Para mí, lo que te enseñan, sobre todo en la ESO y en el Bachillerato, es memorizar la máxima cantidad de información que puedas, independientemente de que la proceses o no, de que verdaderamente signifique algo para ti o no, de que te sirva en un futuro o no. Estudiar, o mejor dicho lo que entiendo por estudiar ahora mismo, es muy distinto a cómo lo consideraba cuando estaba en ESO y en Bachillerato, y no es por el nivel de exigencia, ya que quizá ahora se requiera mayor poder reflexivo que en etapas educativas anteriores, sino porque memorizar no sirve para nada si luego lo olvidas.

Como dice mi abuela “El movimiento se demuestra andando”. No puedes pretender que tus alumnos enseñen de manera innovadora si tú les enseñas de manera tradicional, donde las clases están guiadas por el profesor y el alumnado se limita a escuchar y estudiar, sin poder dar sentido a aquello que están aprendiendo.

No es la primera vez que nuestra clase recibe quejas por las veces que hablamos en clase, y seguramente lleven razón, pero hay veces que estamos reflexionando sobre lo que hablamos en clase porque consideramos que es importante. Pero no siempre es así, sino que nos limitamos a hablar de otras cosas, como hacemos tanto los alumnos como los profesores.

Quizá esté sensibilizándome a notar esta serie de situaciones, en la que puedo abstraerme del grupo y verlo desde una perspectiva distinta a la mía como alumna y a la del profesor, tanto por las lecturas que estoy realizando para la investigación como por el hecho de que en un futuro, cada vez más cercano, mi rol dentro de esta misma situación va a cambiar y la manera en la actúe o no, me dé cuenta de lo que sucede en el aula o no, va a condicionar mi identidad docente.

En la escasa experiencia que tengo como docente en las prácticas del año pasado, no me relaciono de igual manera con un grupo que con otro. Esto es así por dos motivos: no estuve el mismo tiempo con grupo que con otro y las experiencias que tuve no fueron las mismas. También era consciente, sobre todo las últimas semanas, que mi rol estaba cambiando no solo porque me implicaba más en las clases, sino porque los niños requerían más de mí y no se centraban tanto en la profesora que ellos tenían. Además, si había ocurrido algo durante la sesión que interpretaba como negativo, intentaba que mi estado de ánimo se mantuviese  en equilibrio.

Tengo que reconocer que desde que comencé a indagar sobre el tema del Burnout, focalizo más mi atención en los aspectos de relación entre los profesores, los profesores con los alumnos y los alumnos con los profesores, porque considero que es uno de los aspectos que más lo condicionan, o al menos que pueden condicionarlo. 

3 de diciembre de 2014

Debate entre yo y yo misma

En este momento del cuatrimestre, estoy tan saturada de exposiciones y trabajos que una parte de mí no quiere hacer nada porque está cansada y la otra solo piensa “un empujoncito más y no podrás tener tiempo libre en vacaciones porque tendrás que estudiar”. Puede resultar gracioso pero no lo es, al menos en este momento para mí.

Como puedo permitirme el lujo de perder tiempo, porque total mañana solo tengo que hacer una exposición (que no me sé mi parte), todo el papeleo de la beca de iniciación a la investigación (que alguien ya sabía el resultado pero no me lo quiso decir) e, si me quedan fuerzas, ir al gimnasio, aquí estoy, debatiendo conmigo misma sobre hacer un trabajo que tengo que entregar la semana que viene o no.

En sí el trabajo no es complicado, de hecho lo tengo pensado, pero tenía tantas ganas de escribir algo que no esté relacionado con la universidad.

Tengo la sensación de no desconectar de la rutina, de estar haciendo siempre lo mismo una y otra vez. No tengo tiempo de reflexionar sobre lo que hago, simplemente me limito a hacerlo, sin cuestionarlo demasiado.

Curiosamente reflexiono más o focalizo más la atención en aspectos que no tienen nada que ver con las asignaturas de este cuatrimestre. Soy  consciente de que estoy desmotivada  pero también sé que si quiero conseguir la carrera tengo que aprobar 3º y 4º, y que tengo que rendir más que los años anteriores por el hecho de que no me gustan las asignaturas, salvo plástica. Sin olvidarme, claro está, de historia del cuatrimestre que viene. Eso sí que va a ser divertido.

No me gusta escribir cuando estoy enfada por el hecho de que luego me enfado conmigo misma porque no tenía que haberlo escrito. No es que considere el hecho de escribir como algo negativo, sino que estar en un estado de ánimo determinado me hace escribir de una manera distinta a la que estoy acostumbrada.

El estar desmotivada hace que escriba menos en el blog, algo que considero que es esencial en el proceso de aprendizaje, hasta cierto punto. Aunque no escriba en el blog, hay asignaturas como literatura práctica en la que el poder reflexivo es mayor y puedo indagar más sobre los temas que se tratan. Pero no todas las asignaturas son así.

Para mí, la motivación lo es todo ya que condiciona tu manera de percibir o de interpretar lo que haces, la manera en la que lo haces, la forma en la que te relacionas con los demás, tomarte las cosas más o menos bien, tener una visión positiva de lo que ocurre a tu alrededor y de ti misma, incluso llegas a plantearte si en realidad merece la pena tanto esfuerzo para conseguir algo inalcanzable o difícil de alcanzar.


La semana pasada fui a una conferencia de Miguel Ángel Santos Guerra que se celebró en la facultad de educación por motivo de la fiesta del patrón de la facultad. Ya había acudido a un conferencia suya, en el VII EIDU realizado en 2013, pero en esa ocasión no pude estar presente en la conferencia entera. Contó muchas fábulas, todas y cada una de ellas a cuál más interesante, pero me quedo con una frase que dijo casi al finalizar: 

“Sólo a los peces muertos  les arrastra la corriente”.

19 de noviembre de 2014

Experiencias

Una de las cosas que más me llamó la atención en el curso de verano del 2012 sobre el Autoaprendizaje fue la manera en la que interpretamos o damos sentido a  nuestras experiencias, sobre todo la comparación entre las que denominamos positivas y las que consideramos que son negativas.

¿De qué depende que el adjetivo que califica a dicha experiencia sea bueno o malo, lo consideremos como positivo o como negativo? ¿De nuestra experiencia previa? ¿Y si lo estamos viviendo por primera vez? ¿En ese caso dependería de nuestra forma de ser, de las vinculaciones que establezcamos con otras experiencias que asignamos como similares, de que tengamos un buen día, de si estamos felices, de nuestro manera de concebir el mundo?

Curiosamente tenemos más detalles cuando contamos la experiencia negativa que cuando es positiva ya que proporcionamos más detalle por una doble causa, al menos en mi opinión. Tanto para que la persona a la que le estás contando la experiencia empatice contigo y te dé la razón o al menos tenga más información sobre lo ocurrido y comprenda mejor cómo te has sentido, como para que la persona que esté contando su experiencia se dé cuenta de los detalles que antes había pasado por alto, pero que al reflexionar sobre la experiencia negativa ha decidido rescatar ese detalle que aparentemente no era relevante. ¿Eso quiere decir, que ese detalle no era importante para comprender lo que esa persona denomina como su experiencia “negativa”?

Está claro, o al menos para mí lo es, que ciertas situaciones que vives por primera vez, pueden repercutir tanto en tu manera de interpretar las siguientes situaciones similares, considerando que son iguales a la previa y actuando de la misma manera o similar, como siendo sensible a aquello que está sucediendo puedes ser capaz de cambiar, es decir, partiendo de una experiencia negativa saber los motivos que te han llevado a actuar de esa manera para llegar a cambiar el adjetivo que acompaña a las experiencias venideras, o al menos cambiar el grado en el que seas experiencias te afectan.

No es algo fácil de llevar a cabo, ni mucho menos, no solo porque en el proceso de transitar intervienen muchos factores que dependen de la persona intrínsecamente  que están condicionadas por su experiencia previa y la manera en la que asimila o no dicha experiencia, sino que se considera que la situación se va a repetir una y otra vez, sin tener en cuenta que no se es la misma persona en ambas experiencias.

Pero, ¿por qué no pasa lo mismo con las experiencias positivas? ¿En realidad consideramos que normal es aquello que nos beneficia o aquello que esperamos? Una experiencia positiva, por el hecho de ser positiva no nos plantea ninguna cuestión, en muchas ocasiones ni reflexionamos sobre ella, que sea lo previsible ¿implica que no lo hayamos reflexionado previamente?

De las experiencias se aprenden, independientemente de que sean positivas o negativas, pero quizá el darnos cuenta de que algo nos rompe los esquemas que teníamos de una manera que se pueda considerar buena o mala hace que nuestra concepción del mundo cambie, al igual que nuestra manera de relacionarnos con él.

Se considera bueno o malo pero ¿para quién o en relación a quién? Puede que en un momento determinado consideres que es una experiencia mala o buena, pero eso no quiere decir que a lo largo del tiempo lo sigas considerando así.


15 de noviembre de 2014

"¿Qué velas?"

Esta semana ha sido un tanto peculiar: el martes nos fuimos de excursión a uno pueblos de la Alcarria, el miércoles fue el cumpleaños de una amiga de la universidad y el jueves celebramos su cumpleaños.


La excursión no fue tan bonita como hubiéramos previsto ninguno, sobre todo por el mal tiempo que hizo porque el objetivo principal era observar como cambiaba el paisaje de un sitio u otro de nuestra ruta. Por suerte, la primera parada fue ver la Campiña desde la Alcarria para notar las diferencias entre los dos paisajes y como llevo casi 10 años viviendo en la Campiña ya sabía las diferencias entre ambos lugares. 



El problema vino en la segunda parada, por el chaparrón que nos cayó pero lo bueno que tuvimos es que sabíamos dónde estaba el autobús. Pero lo que más me gustó sin duda fue la tercera parada, y última, no solo por ese detalle.

Me llamó la atención porque fuimos a ver una nave de un agricultor que, 6 años atrás, había tomado la decisión de dejar de cultivar cereales para cultivar plantas aromáticas. Además hizo un comentario no muy acertado, a mi parecer, diciendo que no tenía estudios, cosa que no era cierta ya que si sabía lo que sabía sobre su trabajo era porque había estado aprendiendo durante mucho tiempo, y estoy segura de que no es un proceso que haya terminado, ni para él ni para nadie. El hecho de que no tenga un título no implica que no tenga estudios, claro que los tiene aunque no esté reconocido en una hoja de papel.

Lo que me gustó fue que “se tirara a la piscina” sin saber si iba a funcionar o no, quiero decir, cuando él tomó la decisión de montar la destilería no se imaginaba llegar tan lejos como ha llegado, o quizá sí y por eso lo hizo. Cada uno establece sus propios límites y el no intentarlo es uno de ellos, independientemente de que salga bien o salga mal.

El miércoles fue mucho más gracioso y desquiciante al mismo tiempo. Fuimos pronto a la universidad para esconder el regalo, que era voluminoso por otra parte, o al menos que la chica no lo viera de primeras. Como no teníamos velas, llamé a un amigo de clase para que las trajera pero no pudo comprarlas. El caso es que ya estaba la chica que tenía que ser sorprendida y llegó el chico al que había llamado para que comprase las velas. No fue ni una ni dos veces las que NOS preguntó a TODOS, la chica del cumpleaños incluida, que para qué queríamos las velas y SIEMPRE tenía la misma respuesta “¿Qué velas?” como diciendo cállate que está delante la del cumpleaños. Pero no se dio cuenta el chico y no teníamos forma de decirle que se callara de una vez. Hasta que otro amigo de la universidad le dijo “Para tu cumpleaños unos faros, ¿no?”, y el chico se dio cuenta, POR FIN. Por suerte, todo salió bien y le gustó la sorpresa a la chica.

Todo esto viene a que ayer seguí leyendo el libro de Harry Daniels, “Vygotsky y la pedagogía” y en uno de los apartados del capítulo 2 con el nombre “La zona del desarrollo próximo”, me acordé de lo que había pasado esta semana. Sobre todo la influencia que tiene el contexto social en los dos casos, o al menos como influyó el contexto social en ambos casos.

Me surgió la duda conforme lo leía de en qué asignatura había dado por primera vez este asunto de la ZDP, en PDD o en PDE. Ahora entiendo el motivo, el principal es que los apuntes de ambas asignaturas tienen el mismo color de hoja y el secundario, pero quizá el más importante, es que no sé si en  el momento de darlo en clase, al transcribirlo al blog o ayer mientras leía el apartado, lo vinculé con los procesos de asimilación y acomodación de PDD. Pero es un contenido de PDE viendo a Vygotsky como el máximo representante del constructivismo.

Para él, la zona de desarrollo próximo es:

                “La distancia entre el nivel actual de desarrollo determinado por la resolución independiente de problemas y el nivel de desarrollo potencial determinado por la resolución de problemas bajo la guía de un adulto o en colaboración con compañeros más capaces.”
(Vygotsky, 1978, pág. 86)

Creía que había quitado inconscientemente la palabra niño, pero no es así, aunque en este caso se centra en el proceso de aprendizaje-desarrollo del niño. Así lo creía porque para mí los procesos de enseñanza-aprendizaje no ocurren sólo en los primeros 20 años de vida, aunque estoy de acuerdo en que es el periodo donde se precisa obtener habilidades para aprender y desarrollarse, no solo en ese periodo, sino a lo largo de la vida. Pero no existe un momento en el que dices “sé todo lo que tengo que saber”, al menos yo no creo que sea así. La vida es mucho más compleja que eso, durante toda la vida aprendes de diferente forma, enseñas de manera diferente, te relacionas de manera diferente, te desarrollas de maneras diferentes, es decir, estamos continuamente cambiando y no todos lo hacemos de la misma forma, ni durante el mismo tiempo. El hecho de tener cierta edad y no ser igual que el resto no quiere decir que sepas menos que ellos.


Está claro que todos aprendemos a lo largo de la vida, independientemente de que se tenga un título oficial o no para demostrarlo.


REFERENCIAS:

- Daniels, H., Vygotsky y la pedagogía, Barcelona, Paidós, 2003.

- Vygotsky, L. S., Mind in Society: the Development of Higher Psychological Processes, edición a cargo de M. Cole, V. John-Steiner, S. Scribner y E. Souberman, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1978 (trad. cast.: El desarrollo de los procesos psicológicos superiores, Barcelona, Crítica, 1996)

5 de noviembre de 2014

¿Qué sentido le damos a lo que leemos?



Ayer, después de clase, me pasé por la biblioteca porque tenía que devolver dos libros que había cogido hacía tiempo y que no podía renovar más. Justo enfrente de donde se prestan o devuelven los libros de la biblioteca, hay una sección de “libros gratis”, que son libros que la biblioteca ofrece para aquellos que deseen.

No es la primera vez que me cojo libros de esa sección, ni será la última, aunque lo que sí me gustaría es dedicar tiempo a leerlos. Posiblemente no esté preparada conceptualmente par comprender los libros que cogí, pero que no esté preparada ahora no quiere decir que paulatinamente vaya comprendiendo o interesándome más por esos libros.

La temática es educativa, didáctica y pedagógica, libros que hace unos años me hubiesen dado igual, incluso en primero de carrera o segundo, pero que en este momento, considero esencial para mi formación, también creo que un poco influida por las lecturas que estoy realizando para profundizar en el tema que trataremos en el proyecto de investigación, al menos considero que tiene mucha relevancia para el proyecto.

El caso es que una amiga quería buscar un  libro del cual no recuerdo el título pero que tenia buena pinta, y mientras ella buscaba el libro, me puse a ojear por mi cuenta. Uno de los libros que me cogí se llama “Vygotsky y la pedagogía” de Harry Daniels. No me he leído todo lo que quisiera, pero llegué al capítulo, o mejor dicho a una parte del capítulo, 2 donde el autor explica la teoría de Vygotsky y cómo concibe la educación. La parte del capítulo se llama “La paradoja del aprendizaje”.

En él, se explica que los conceptos que utiliza Vygotsky parecen tener cierta relación entre sí formando una red conceptual. De esta forma, esta red de contenidos puede estar vinculada con la “paradoja del desarrollo” (Fodor, 1983) o la “paradoja del aprendizaje” (Bereiter”,1985) donde se aplica esta red de conocimientos al ámbito de la lectura, aunque puede ser aplicable a muchos más ámbitos.

Mientras que el primero defiende que solo se puede aprender si lo conoce previamente, el segundo considera que se espera un pensamiento novedoso por parte de los alumnos, lo que genera un problema.

Para resolverlo, el autor se basa en lo que Vygotsky denominaba “ley genética general del desarrollo cultural” (1978):

                En el desarrollo cultural del niño, cada función aparece dos veces: primero en el nivel social y después en el nivel individual: primero entre personas (nivel interpsicológico) y después dentro del niño (nivel intrapsicológico). Esto se aplica igualmente a la atención voluntaria, a la memoria lógica y a la formación de conceptos. Todas las funciones superiores se originan como relaciones reales entre individuos.”
Vygotsky, 1978, pág. 57

Lo que me interesa es el rol que cumple el profesor dentro del proceso de aprender a leer desde esta perspectiva. Lo que se hace tradicionalmente es que el adulto está siempre presente o cumple un rol fundamental en los sistemas de mediación en los que los niños aprenden a leer de los expertos, pero los adultos poseen una visión del mundo influenciada por el texto, es decir, no interpreta el texto de la misma manera que lo hacen los niños, eso no implica que sea superior o inferior en cuanto a comprensión. Por lo tanto, un sistema en el que los adultos no interfieran el proceso en el cual los niños interpretan el mundo mediante los textos, sin ser mediatizado por los adultos, sería la solución al problema. 

El hecho de que el profesor no interfiera directamente en la mediación no quiere decir que no cumpla una función determinante, ya que es el encargado de fomentar un medio en el cual el niño sea capaz de participar activamente en la lectura aunque no sea capa aun de llevarlo a cabo.

Para mí, es la clave del proceso de enseñanza, es decir, que se lea mucho no quiere decir que se aprenda de aquello que se lee o que se tenga la capacidad de comprender y transcender de aquello que se lee. Pero el no leer no implica que no se entienda. Uno de los aspectos que más me llamó la atención cuando llegue a la universidad precisamente fue no utilizar libros de textos y el hecho de no seguir un libro me desconcertaba, sobre todo en algunas asignaturas como PDD. Pero sí que es cierto que tampoco tenía sentido leer algo de lo que sabíamos nada, es decir,  ¿de qué nos valía leer, si luego no comprendíamos lo que quería decir? Y si no lo comprendíamos, mucho menos podíamos transcender.  

29 de octubre de 2014

Hablar con la mirada



¿Hace falta hablar para que la otra persona te entienda? ¿Es cierto eso que dicen de que una mirada lo dice todo?

Hay momentos clave o vínculos afectivos, que realizamos no solo con nuestros familiares más cercanos o amigos, sino con gente que apenas conocemos, en los que el hecho de hablar pasa a un segundo plano y entran en juego estrategias como la inteligencia emocional o la sensibilidad de notar cambios en las personas que nos sirven para interpretar aquello que no se transmite de manera hablada.

Por ejemplo, el vínculo materno afectivo comienza antes del nacimiento del bebé y se prolonga hasta finalizar la infancia o comienzos de la adolescencia, periodo decisivo para en el vínculo que condicionará la relación materno-filial en años futuros, o al menos en parte. En la mayoría de las ocasiones, madre e hijo no se comunican con palabras, sino por medio de gestos y miradas que ambos saben lo que implica sin necesidad de abrir la boca.

Pero no solo en el contexto familiar se produce esto, cuando estamos con nuestros amigos utilizamos un código no verbalizado en el que se mantienen pequeñas conversaciones o intercambio de información donde tanto el que recibe como el que manda la “señal” saben descodificar dicha “señal” y es capaz de contestar de tal manera que ambos se comprenden. O por ejemplo, cuando dejamos pasar a alguien cuando vamos conduciendo, un simple gesto hace que dos personas se comuniquen sin necesidad de hablar.

Todo esto viene a que estas semanas, más bien desde que comenzó el curso prácticamente, estoy dando clases de repaso a compañeros de clase de las matemáticas del año pasado. 

Tengo la manía de ser un tanto descarada al mirar a la gente, pero es cierto que muchas veces no soy consciente de ello, sino que simplemente me quedo mirando un punto fijo pensando en mis cosas. Eso no me pasa siempre, es decir, hay contextos o momentos que tiene lugar en determinados contextos en los que mirar directamente cobra mayor sentido para mí que en otros. 

En el contexto del aula, no tanto el que sea en la universidad o en el instituto o en el colegio, considero que aquello que no se dice es al menos igual que aquello que se omite, es decir, un silencio después de una explicación puede ser similar que intentar explicarlo, con una simple mirad puedes saber si los alumnos lo entienden o no, sin necesidad de preguntarlo. Todos necesitamos nuestro tiempo para comprender y aprender, si fuese tan fácil aprender todo sería más aburrido, al menos para mí lo sería.

Hace un par de años, en PDD recuerdo que la diferencia que establece Kegan entre objeto y sujeto  para organizar la experiencia no llegaba a comprenderla y debido a mi afán pro preguntar todo, le pregunté (al profesor) que qué significaba. Es curioso porque sabía la relación que existía entre sujeto y objeto pero no sabía que implicaba cada uno, ya que en ese momento precisamente sujeto y objeto eran mi sujeto, es decir, podía establecer una relación entre ellos porque sabía estaban correlacionadas de cierta forma, pero no sabía qué era aquello que les hacía cambiar y qué sentido tenía que aquello que consideramos sujeto se convirtiera en objeto y no era al revés. Para mi sorpresa, cuando le pregunté me quedé igual que estaba y creo que quedó claro con mi mirada porque aunque no dije nada, obtuve como respuesta que no me preocupara. 

A eso justamente es a lo que voy, porque resulta que en el intensivo del lunes, una de las chicas no sabía solucionar un problema, algo que me sorprendía porque sabía que no era así. Por lo que decidí leer con ella el enunciado y copiar los datos simplemente. Para su sorpresa, cuando terminé de leer el enunciado ya había terminado el ejercicio, sin necesidad de que yo la ayudara. Se quedó tan sorprendida que me miró como diciendo “¿ya está?” y para corroborar el hecho de que le hubiera resultado tan fácil hacerlo, le preguntó a un compañero “¿el año pasado era tan fácil?”.

A  nivel personal, considero que en la docencia es tan importante aquello que se dice como aquello que se suprime por medio de la voz, es decir, que no hablemos no quiere decir que no se diga o que no se transmita aquello que se pretende. 

Hay diferencias entre ser estudiante y ser profesor en este tipo de vínculos, al ser estudiante tienes como referencia al profesor que sabes que te va a dar la explicación, o al menos debería, es una figura de referencia para ti, pero cuando tú eres el profesor es mucho más complejo porque en mayor medida depende de ti que tus alumnos no se enteren, al menos es lo que pienso yo cuando no se enteran de lo que les explico, y dudas de ti mismo, es decir, saber si estás en lo cierto. Aunque supongo que esto último dependerá tanto de tu formación como docente como de tu formación en el área correspondiente. Y de la experiencia que tengas o de la facilidad de respuesta.