18 de enero de 2016

Curso de ajedrez

Cuando empecé el instituto, le dije a mi madre que quería apuntarme a un curso de ajedrez. Estaba muy emocionada porque es un juego que me gustaría aprender y por eso quise ir al curso.

Recuerdo que el curso se daba en la biblioteca y que era la única chica. Además era la única que no sabía jugar, para eso me había apuntado al curso. Creo que el curso duraba una hora o tres cuartos.

El caso es que quedó demostrado que no sabía jugar en el minuto 1 porque quien jugara conmigo no hacía muchos  movimientos. Los ejercicios eran muy simples, de hecho creo que consistía en que cada uno jugaba con una figura, pero siempre terminaba perdiendo yo. Nunca llegué a entender por qué. 

Así que a la segunda semana le dije a mi madre que ya no quería ir, algo que por otro lado no la sorprendió y no me extraña. 

Visto lo visto, me desencanté del ajedrez y me aficioné a las damas, otra vez. A fin de cuentas era el mismo tablero pero con otras reglas, más fáciles, al menos para mi. 

Me sentía estúpida al no saber jugar porque en 10 segundos se había terminado la partida, de los cuales 5 estaba pensando qué hacer. Siempre era el mismo resultado y yo siempre me preguntaba lo mismo "¿Por qué?" pero nunca obtuve respuesta.

Tampoco debió importarme mucho en su momento dejar el curso de ajedrez, pero es curioso que ahora de más mayor se la dé. Quizá sí se la dí porque de hecho sigo acordándome de ello, pero no fue tan importante como ahora.

No hubiese conseguido nada con haber hecho el curso de ajedrez, o sí. 



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