3 de enero de 2015

"Uno no puede ser golpeado si no puede ser tocado" Bruce Lee

El otro día estuve viendo la última, o de las últimas,  película de “The Karate Kid” (1984) y me llamó la atención un detalle muy gracioso, al menos a mí me lo pareció. La escena ocurre minutos antes del primer combate, donde el profesor no se había leído las reglas de la competición y la sorpresa del mismo alumno de que así sea.

El hecho de no saberlo no repercute en el proceso de enseñanza-aprendizaje, al menos no en ese momento para el profesor. Es curioso porque los que más preocupados estamos a la hora de ser evaluados somos los estudiantes, o al menos es lo que demandamos desde que se inician las clases. O lo que más priorizamos a la hora de hacer frente a una asignatura es saber la manera en la que te van a evaluar, perdiendo lo verdaderamente importante del proceso evaluador, lo que se aprende y no lo que se va a evaluar de ese proceso.

Quizá en el contexto de la película, no es tan importante el hecho de ser más fuerte que tu contrincante, o al menos no es lo que prioriza el profesor ni el alumno en ese contexto, sino ser más listo que él, tanto física como mentalmente.

Los pocos recuerdos que tengo de cuando hacía Kárate precisamente son las exhibiciones. Me gustaban porque no las hacíamos en el polideportivo del colegio sino que se realizaban en distintos polideportivos de Alcalá. Hice algún combate, porque hay fotos de ello, pero no los recuerdos y lo que más me gustaba eran las Katas, sobre todo porque lo hacíamos todos juntos y porque era la manera en la que todos hacíamos lo mismo independientemente de nuestra edad o del sexo. Lo que sí recuerdo es que si no era la única chica, éramos pocas.

Volviendo a la película, recuerdo muy vagamente  “Karate Kid” (2010), sobre todo porque hace unos cuantos años que no la veo, y no será por la de veces que la he visto. Me refiero a la que tiene como profesor al Señor Miyagi y como alumno a Daniel Larusso.

Todo esto venía a que en la escena que comentaba antes me recordó a una situación similar que tuve el otro día con un profesor de este cuatrimestre pasado, a cuyas clases teóricas no iba principalmente porque no tengo una base, ni sólida ni líquida, de historia y todos los ejemplos que ponía en clase era sobre cuestiones de historia.

Me arrepiento por no haber ido porque las clases de DIDÁCTICA de las Ciencias Sociales, asignatura a la que me refería en el párrafo anterior, tenían un fuerte carácter didáctico, para mi sorpresa. Sorpresa porque la otra asignatura tiene poco o nada de didáctica, pese a llevar el mismo nombre pero enfocado a las Ciencias Naturales. Como decidí no ir a las clases, sabía que me iba a resultar más complicado estudiarlo por mi cuenta, sin las explicaciones del profesor.

Pero no me resultó tan complicado, al menos no demasiado complejo, como para seguirlo de manera autónoma.

Hay muchas diferencias entre la escena y mi experiencia personal, sobre todo teniendo en cuenta el proceso de enseñanza-aprendizaje y la relación profesor-alumno. Mientras que en la escena tanto profesor como alumno participan activamente en la adquisición de habilidades y capacidades que el kárate requiere, en mi experiencia la relación fue distinta en las clases prácticas y en las teóricas (en las prácticas participaba activamente, sobre todo en las exposiciones, y en las teóricas ni siquiera estaba en clase) pero eso no repercutió en no tener una relación o al menos cierta vinculación. Para bien o para mal, no sé si porque fue tutor mío el año pasado en el Prácticum I, se sabía mi nombre. Incluso el último día me vaciló, algo que tampoco puedo saber si es bueno o malo.


Personalmente, considero que no se puede llevar a cabo un proceso de enseñanza-aprendizaje sin establecer un vínculo o una relación entre profesor y alumno, sobre todo teniendo en cuenta que los roles no son fijos, el profesor no siempre enseña y el alumno no siempre aprende. 


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