5 de enero de 2015

Desarrollo

Hoy hace 2 años que obtuve la respuesta al primer “examen” que realicé en la universidad. Fue un examen poco convencional, o al menos distaba mucho de lo que en ese momento denominaba examen. Era una manera diferente, muy diferente, de evaluar en comparación a la que estaba acostumbrada. Aunque sí que es cierto que tanto en Taller de Matemáticas en 4º de ESO y Psicología en 2º de Bachillerato, no nos evaluaban con un examen explícito, en el resto de asignaturas los exámenes tenían un gran peso en la nota final de la asignatura.

Como ya he dicho, era un “examen” poco convencional que podría parecer fácil a primera vista porque podrías tener todos los apuntes del curso a tu disposición y dedicarle el tiempo que precises para llevarlo a cabo. Además, también tenías la posibilidad de elegir dos preguntas entre un total de 4-5, creo recordar.

No sé el motivo, pero el día 24 de Diciembre del año anterior mi madre se enfadó conmigo, hasta tal punto que me ignoraba. Como no sabía por qué era opté por hacer lo mismo hasta que se le pasara el cabreo. Me vino bien porque así tuve tiempo y sobre todo silencio para poder realizar el “examen”. Tuve casi un mes para realizarla pero visto el panorama tardé dos días en hacerlo.

Pese a tenerlo hecho desde el 28 de Diciembre, no quise entregarlo porque tenía la sensación de que estaba incompleto, o al menos no estaba segura de estuviera bien, pero a la vez cuando lo estaba revisando consideraba que era lo que quería escribir. Hasta que el día 2 de Enero me harté y lo mandé, sin arrepentirme al segundo de habérselo mandado.

¿Lo peor de todo? LA ESPERA. No sé qué fecha puso el profesor de tope, creo recordar que a finales de mes. Así que pensaba que tendría que estar casi un mes sin saber la respuesta. Tampoco taró tanto en contestar pero se me hizo eterno.

A lo que iba es que uno de los mayores miedos que tenía, respondiendo a una de las cuestiones de autoevaluación era olvidarme de lo que estaba aprendiendo y como respuesta obtuve que eso dependería de mí.

Mis peores temores se hicieron realidad. Puedo saber, o al menos hacerme una idea, los conocimientos o las ideas con las que era capaz de trabajar en el momento en el que realicé el “examen” pero eso no quiere decir que recuerde la manera que tenía de comprender o entender la asignatura de PDD. Es muy distinto, al menos ahora lo veo así.

El hecho de yo considerar que no iba a recordar los contenidos de PDD a lo largo del tiempo era, o eso creo, porque entendía que yo no iba a cambiar. Desde la primera clase hasta la última, se produjo un proceso de desarrollo, algo que en la primera clase nos costaba darle sentido o al menos explicitarlo en un dibujo.

Otra pregunta del “examen” era reflexionar precisamente sobre el concepto de desarrollo y lo que considerábamos en ese momento como un ejemplo de ello, en comparación al dibujo elaborado el primer día de clase. Ni el concepto que tenía de desarrollo el primer día de clase, ni los días sucesivos, ni el último, ni pasado unos meses, ni ahora mismo, ni tan siquiera en unos años, será el mismo. No solo porque yo no he sido, ni soy, ni seré la misma en un futuro, y eso hace que yo misma sea el resultado de un proceso de y en desarrollo, sino que el propio concepto de desarrollo lleva implícito la inestabilidad.

Paradójicamente, después de las semanas que duró la asignatura de PDD, de hecho unos meses después, comenzó a cobrar mayor sentido los contenidos implícitos y explícitos de la propia asignatura. Conforme pasaba el tiempo y era capaz de ir más allá de esos contenidos puramente formales o contextualizados tanto en la carrera como en el propio proceso evolutivo y en desarrollo (personal y profesionalmente). Es decir, el tener la capacidad de explicitar que estás aprendiendo o que alguien está aprendiendo algo para mí es un claro ejemplo de lo que implica el desarrollo.

Todo esto viene a que ayer estuve con la sobrina de mi hermano pintando en casa. Aprovechando que me compré las ceras, y que desde pequeña me han gustado, estuve viendo como la niña, con 2 años y medio experimentaba y DESCUBRÍA los colores de cada una de las ceras. Me sorprendió mucho porque no sabía de qué color era cada una de las ceras, pese a que cada una era del color que pintaba. Hasta que llegó un momento en el que no le hizo falta pintar en la hoja para saber el color de la cera. Es fascinante ser capaz de darte cuenta de eso, al menos para mí lo fue.

Había tenido la oportunidad de observar ejemplos de  lo que denomino desarrollo, al menos en este momento, en las prácticas del colegio, sobre todo trabajando con los más pequeños.

Supongo que será cuestión de tiempo profundizar en los procesos más complejos porque aquellos procesos más o menos sencillos, o los que considero relativamente sencillos, son en los que soy más consciente o al menos puedo saber, o hacerme una idea de lo que está ocurriendo en dicho proceso.



Por ejemplo, el aprendizaje es un claro ejemplo de desarrollo, tener la capacidad de relacionar o interconectar conceptos que antes eran aleatorios, es decir, producir un conflicto cognitivo que produzca o tenga como consecuencia un cambio en los mapas conceptuales previos del que está aprendiendo. Este cambio o esta ruptura con lo establecido puede hacernos pensar que estamos equivocados, o al menos que algo (lo conocido o aquello por conocer o descubrir) va a cambiar o no. 

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