5 de abril de 2016

Feedback positivo




Estas últimas semanas han sido muy intensas a nivel profesional, no sólo porque he tenido la oportunidad de dar clase en el colegio, sino porque tanto mi tutora del colegio como los niños me han dicho lo que piensan de mi como profesora.

Ser muy autocrítica conmigo misma tiene sus ventajas y una de ellas es que soy consciente cuando estoy haciendo algo que considero que no está bien. Lo importante no es darse cuenta, además tienes que saber gestionar ese momento.

Hace tres semanas, dando las dos primeras sesiones de mi propuesta didáctica, justamente no supe gestionar, anticiparme a lo que podía ocurrir en la clase. Parece paradójico porque estuve semanas pensando y organizando las actividades para que salieran bien, o al menos que nos diera tiempo para hacer lo que tenía planeado. 

Pero no fue así, el principal problema fue el tiempo, en concreto la falta de tiempo. Era con un problema que contaba desde un principio porque los contenidos estaban muy condensados en apenas tres sesiones de 45 minutos (que reales son muchos menos).

El segundo problema fue no tener en cuenta la manera es la que los alumnos estaban acostumbrados a aprender y a realizar los ejercicios. Esto fue lo que más me molestó porque fue uno de los pilares en los que me basé a la hora de planificar las actividades. Es decir, cómo trabajar los contenidos del libro de texto sin utilizar el libro de texto.

Precisamente eso, el hecho de estar acostumbrados a utilizar el libro de texto como material indispensable a la hora de aprender, hizo que ellos mismos considerasen que mis actividades eran juegos y no deberes. Algo que por otra parte me parece muy productivo para ellos porque aprendieron sin ser conscientes de que estaban aprendiendo, o al menos consideraban que mientras jugaban no estaban aprendiendo. 

Era consciente de lo que quería conseguir,: quería que dedujeran las reglas a partir de unas palabras por medio de una actividad que apenas tenía indicaciones por mi parte, al menos la primera vez que la hice, y que fuesen cada grupo los que se gestionaran y "descubrieran" las reglas de cada letra. 

Esta primera sesión fue la peor y la mejor a la vez: la peor porque no realicé una buena explicación de lo que debían hacer (estaba más pendiente del tiempo) y eso produjo que los alumnos no sabían lo que tenían que hacer. Supongo que angustiada por el poco tiempo que faltaba de clase, lo que hice inicialmente fue decirles partes del ejercicio. Por suerte, como no dio tiempo, estuve en el recreo modificando la actividad, realizando materiales que les pudieran servir a la hora de realizar la actividad. 

Me enfadé conmigo misma por no haber sido capaz de adelantarme a lo que podía ocurrir, cosa que pensaba que ya había hecho anteriormente. Parte de ese enfado se lo transmití a los alumnos, algo que por otro lado no debía de haber hecho.

En cambio, fue una buena sesión porque, aunque me costó, creo que fui capaz de controlar la actividad y que todos entendiesen lo que debían hacer. La segunda vez que presenté la actividad fue mucho mejor porque tanto mi explicación como los materiales de los que disponían los alumnos eran diferentes a los de la primera sesión. 

Lo importante no fue solo darme cuenta de que algo estaba yendo mal, sino ser capaz de controlar la situación y tener la capacidad de reorientar la actividad  teniendo en cuenta los aspectos con los que antes no contaba.

Por mucho que he intentado anticiparme a los problemas que pudieran tener los alumnos, realmente te das cuenta de si tu propuesta vale o no es cuando la llevas a cabo. Hay cuestiones que no vas a poder controlar porque no dependen directamente de ti pero sí que puedes aprender a gestionarlas y a controlarte a ti en relación a eso, es decir, aprender a dar clase se basa en eso, en el hecho de ser consciente de que no puedes controlar todo ni a todos pero sí que puedes influir en cada uno tus alumnos, positiva o negativamente, y que ellos también influyen en tu manera de dar clase, de relacionarte con ellos, de hablar sobre cuestiones que pueden o no tener relación con la asignatura, aparentemente.

Siempre que doy clases no me gusta depender de un libro de texto, al menos de uno solo, me gusta disponer de un abanico de posibilidades y a partir de ahí trabajar con diferentes recursos e ir modificándolos en función de los objetivos que pretenda conseguir. 


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