30 de abril de 2016

"Algo no va bien"

Una clase de matemáticas puede ser divertida. No, no me he vuelto loca, al menos ese no es el motivo por el que lo estoy.

No es la primera vez que compañeros de la universidad me piden que les dé clases de matemáticas. Generalmente, no es porque no entiendan lo que están haciendo sino que su manera de explicar los pasos que siguen a la hora de resolver los ejercicios es diferente al que los profesores esperan.

De primeras, creo que pedir una única manera de resolver un ejercicio, la que dan los profesores (como no podía ser de otra forma), a la hora de evaluar un proceso de aprendizaje dice mucho de cómo entienden la enseñanza. De ahí se deriva tanto el trato hacia los alumnos (considerando "tontos", por decirlo suavemente, a aquellos alumnos que no se explican como ellos demandan), como su manera de evaluar, entre otros. 

Lo que más me gusta de matemáticas es que no hay un único camino para resolver un ejercicio ni mucho menos hay unas estrategias puras que expliquen cómo resolverlos. La manera en la que soluciono yo un ejercicio (A) puede ser diferente al tuyo (B) y ambos llegar a la misma conclusión, es decir, por medio de diferentes estrategias se llega a una misma conclusión.

Tanto en el caso A como en el caso B es proceso es diferente: se partes de unos mismos datos,d e una misma información, pero la manera de procesar, de decodificar, de organizar y de plantear el ejercicio son diferentes, es necesario que sean diferentes. Es lo que hace que las matemáticas sean como son, al menos tal y como las entiendo yo el hecho de que cada uno lo resuelva a su manera las hace flexible y fomenta que aprendas explícitamente aquellas estrategias que utilizamos.

El otro día, dando clases de matemáticas a un niño de 5º, teníamos que hacer una serie de ejercicios que no tenía hechos directamente. Siempre le digo que lo intente hacer y si hay algo que no entienda que me lo pregunte. Mi sorpresa fue que el profesor le tiene dicho que "si no sabes hacer un ejercicio ni lo intentes porque es mejor no hacerlo que tenerlo mal". Me quedé a cuadros cuando lo escuché. Lo peor no es el comentario, que en sí no tiene desperdicio, sino la manera en la que ese profesor entiende una clase de matemáticas y la actitud que, como consecuencia,  sus alumnos tienen ante este tipo de situaciones. 

Hace un par de meses, practicando con un compañero los ejercicios-tipo que tendría que resolver en el próximo examen de matemáticas, me di cuenta de dos cosas: mi manera de entender una clase de matemáticas es muy diferente a cómo lo entienden los profesores que "evalúan" a mi compañero y en función de cómo evalúe un profesor, mejor dicho qué evalúe, la actitud de los alumnos se ve afectada.

Desde que empecé a darle clases, casi 3 años, hay algo que no ha cambiado y no es el alumno. La manera de evaluar esa asignatura es la misma: da igual desde donde comience cada uno, lo que importa es que todos lleguen a un mismo punto por un único camino repetido hasta la saciedad para asegurarse de que saben  resolver esos ejercicios, que por cierto son los mismos desde que hice yo la asignatura hace 3 años. Por no cambiar, no cambian ni los ejercicios, el examen sí, cada vez es diferente, no vaya ser que los alumnos sepan aplicar lo que saben. 

Lo que más me molesta de todo es que ni siquiera les interese el proceso de aprendizaje de cada uno de sus alumnos. No tiene sentido poner un único límite, al final del "proceso" como no podía ser de otra forma. Eso no es aprender, eso no es un proceso, con eso te cargas el proceso. Ni siquiera se plantean de dónde parten los alumnos, si es problema suyo que el índice de alumnos de la asignatura sea ligeramente alto. Quiero pensar que no es cuestión de dinero, pero no puedo. No porque yo he visto todo lo que ha aprendido mientras estaba haciendo los ejercicios, cuáles eran sus dudas y cómo razonaba lo que estaba haciendo en cada momento. 

Recuerdo un día que le pedí que me explicara un ejercicio y cuando terminó se lo expliqué yo. Tan válido era lo suyo como lo mío, pero el hecho de que yo hubiera aprobado la asignatura hacía que él interpretara que mi explicación era la "buena" y la suya la "mala". Ahí me di cuenta de que algo no va bien si se crean este tipo de expectativas en los alumnos. No era la primera vez que suspendía matemáticas, nunca le han gustado y gran parte es debido a los profesores que ha tenido a lo largo de los años.

Está contextualizado en una clase de matemáticas pero puede ocurrir en cualquiera. 

En PDD, vimos un vídeo sobre Piaget, creo recordar, en el que podía verse a varios niños de diferentes edades resolver un mismo problema: ordenar una serie de barras de mayor a menor. Cada uno de ellos lo hizo de manera diferente. Al principio de la asignatura hicimos un dibujo de lo que para cada uno de nosotros significaba el desarrollo y al terminar la asignatura hicimos otro. Mi último dibujo fue este:



En mi opinión, no entender el aprendizaje como un proceso vivo en el que participan activamente tanto el profesor como el alumno y que AMBOS se benefician de dicho aprendizaje es un gran error a la hora de dar sentido a lo que hago como profesora. La evaluación no solo repercute en el alumno sino también en el profesor. 

Si de entrada se considera que el profesor es el que sabe y el alumno no, no se tiene en cuenta el proceso de desarrollo del aprendizaje, independientemente del área o nivel educativo. 





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