5 de diciembre de 2014

Predicar con el ejemplo



Siempre me ha molestado de la gente, y de mí misma, el hecho pretender cambiar algo pero no hacer nada por remediarlo, o al menos no durante mucho tiempo. Para mí, la docencia es un proceso dinámico, es decir, tienes que estar renovándote profesionalmente, sin tener en cuenta el nivel académico al que estés impartiendo clase.

Es cierto que en cualquier profesión es imprescindible, o al menos para mí lo es, avanzar conforme lo hacen las demandas porque considero que no son negativas, sobre todo aquellas que nos ayudan a desarrollarnos profesionalmente y a tener una visión más amplia o más concreta de nuestro campo de actuación.

Pero hay ciertas profesiones en las que el ámbito social es tan grande que la expresión “renovarse o morir” no está tan lejos de la realidad. Hace unas semanas leí un post de un profesor donde se explicitaba la dependencia de los profesores a las presentaciones de Power Point y lo que estaba produciendo en los alumnos. Un Power Point no deja de ser un simple recurso, al igual que puede ser un libro o buscar por internet, pero la manera de usarlo va a condicionar la manera en la que los alumnos consideren esa herramienta. En mi caso, todos los trabajos, o al menos la mayoría, han sido por medio de un Power Point por las ventajas que presenta como sintetizar la información y ser más visual que un libro, pero es cierto que puede resultar hasta cansado para nosotros estar continuamente utilizando ese recurso. Aunque no considero que sea un mal recurso, considero que se utiliza mal en el aula, o al menos la manera en la que me lo han enseñado a mí, porque, en ocasiones, se tiene gran dependencia de ese recurso. ¿Qué va a pasar el día que se vaya la luz?

En  mi opinión, creo que los alumnos estamos tan acostumbrados a ellos que ni tan siquiera nos importa lo que ponga en ellos, es decir, los consideramos como un recurso más. Acorde con este exceso de utilización de un recurso no tan novedoso, el otro día estuve debatiendo con un compañero sobre esta cuestión y me dijo: “Pero es que no se puede hacer de otra forma, los profesores se limitan a explicar que hay muchas formas de enseñar pero solo dan clases magistrales para prender que nosotros lo hagamos así”.

Mi contestación fue “Si piensas que no se puede hacer de otra forma, no lo vas a hacer”. Otra cosa es que sea más o menos fácil llevar a cabo una clase mediante una metodología más participativa del alumno, haciéndole partícipe de su propio aprendizaje. Si el profesor enseña a sus alumnos para que estos aprendan ¿qué sentido tiene que los alumnos no sepan lo que están aprendiendo, o que lo olviden a los pocos días de haberlo memorizado?

De hecho, todos hemos aprendido algo para un examen y al día siguiente o a las dos horas de haber realizado el examen, en mi caso, no te acordabas de lo que habías estudiado. Para mí, lo que te enseñan, sobre todo en la ESO y en el Bachillerato, es memorizar la máxima cantidad de información que puedas, independientemente de que la proceses o no, de que verdaderamente signifique algo para ti o no, de que te sirva en un futuro o no. Estudiar, o mejor dicho lo que entiendo por estudiar ahora mismo, es muy distinto a cómo lo consideraba cuando estaba en ESO y en Bachillerato, y no es por el nivel de exigencia, ya que quizá ahora se requiera mayor poder reflexivo que en etapas educativas anteriores, sino porque memorizar no sirve para nada si luego lo olvidas.

Como dice mi abuela “El movimiento se demuestra andando”. No puedes pretender que tus alumnos enseñen de manera innovadora si tú les enseñas de manera tradicional, donde las clases están guiadas por el profesor y el alumnado se limita a escuchar y estudiar, sin poder dar sentido a aquello que están aprendiendo.

No es la primera vez que nuestra clase recibe quejas por las veces que hablamos en clase, y seguramente lleven razón, pero hay veces que estamos reflexionando sobre lo que hablamos en clase porque consideramos que es importante. Pero no siempre es así, sino que nos limitamos a hablar de otras cosas, como hacemos tanto los alumnos como los profesores.

Quizá esté sensibilizándome a notar esta serie de situaciones, en la que puedo abstraerme del grupo y verlo desde una perspectiva distinta a la mía como alumna y a la del profesor, tanto por las lecturas que estoy realizando para la investigación como por el hecho de que en un futuro, cada vez más cercano, mi rol dentro de esta misma situación va a cambiar y la manera en la actúe o no, me dé cuenta de lo que sucede en el aula o no, va a condicionar mi identidad docente.

En la escasa experiencia que tengo como docente en las prácticas del año pasado, no me relaciono de igual manera con un grupo que con otro. Esto es así por dos motivos: no estuve el mismo tiempo con grupo que con otro y las experiencias que tuve no fueron las mismas. También era consciente, sobre todo las últimas semanas, que mi rol estaba cambiando no solo porque me implicaba más en las clases, sino porque los niños requerían más de mí y no se centraban tanto en la profesora que ellos tenían. Además, si había ocurrido algo durante la sesión que interpretaba como negativo, intentaba que mi estado de ánimo se mantuviese  en equilibrio.

Tengo que reconocer que desde que comencé a indagar sobre el tema del Burnout, focalizo más mi atención en los aspectos de relación entre los profesores, los profesores con los alumnos y los alumnos con los profesores, porque considero que es uno de los aspectos que más lo condicionan, o al menos que pueden condicionarlo. 

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