2 de julio de 2013

Martes 25 de Junio

Me río por no llorar. Éste día me enteré del verdadero horario del cursillo que no es que hubiera cambiado sino que simplemente recordaba que empezaba a las 10 (pensaba que ponía esa hora en la hoja de presentación del  cursillo). 

Aun así, esas experiencias que me parecen muy graciosas ahora me sirven para explicar lo que hicimos ese día. 

Por parejas, tuvimos que recordar dos experiencias: una agradable y otra no tanto. 

Mi experiencia agradable es que la noche anterior estuve con mi mejor amiga, nos lo pasamos como enana como siempre que nos juntamos y nos dormimos considerablemente tarde. No pensé en las repercusiones que podía tener al día siguiente por no dormir lo suficiente, ya que solo quería disfrutar y no me importaba no dormir esa noche. 

Mi experiencias no tan agradable es que me di cuenta de lo despistada que soy. Sabía que lo era pero creo que ese día toqué techo. Sumando lo del lunes (esperar en una clase que no era) se le añade el darme cuenta de cuándo empezaba realmente el cursillo. Visto desde una cierta distancia es gracioso (como le pareció a Alejandro), pero a mí no me hizo ni pizca de gracia, aunque me riera en ese momento. 

Hicimos lo de las experiencias para darnos cuenta de las diferencias en cuanto a contar las historias agradables y no tan agradables. Mientras que en la experiencia agradable somos más objetivos y contamos la historia como si fuera en 3ª persona, en la experiencia desagradable somos totalmente subjetivos porque las emociones que hemos sentido son más fuertes e intensas y nos sentimos el protagonista. 

La verdad es que a mí me pasa una mezcla de las dos. Por ejemplo, el otro día, a la que salía de casa, dejé las llaves por dentro y cerré la puerta. A la que iba a cerrar la puerta de fuera me digo "¿Dónde has dejado las llaves?". Cuando me pasan cosas de este tipo, que suele ser a menudo, hablo conmigo misma como si yo no lo hubiera hecho. Quizá porque siempre intento sacar un punto cómico a la situación y aprender de ello, aunque me enfade conmigo misma.

La siguiente actividad fue un poco más compleja tanto para mí como para mi compañera. Teníamos que dibujar dos experiencias; una positiva y otra negativa. Además teníamos que compartir interpretaciones y relacionar los dibujos. 

Imaginación al poder. Lo único que supimos decir bien es cuál era el dibujo positivo y negativo. Lo demás cada una tiraba para su casa. Era como jugar a las películas  y saber el género pero no el título de la película. Si tienes un buen compañero o compañera es fácil pero como tengas a una persona con la que no has trabajado nunca es más complicado. Anda que no lo fue. 

Me di cuenta que no sé dibujar  y que el dibujo que había hecho era secuencial. Tras el día anterior y parte de este día haciendo líneas temporales, era incapaz de elegir una escena en concreto de la experiencia. Además tenemos mucha imaginación de fantasía, tanto mi compañera como yo, posiblemente después de que John el día antes nos dijera que existían elefantes rosas, broma con la que estuvimos todo el cursillo.

A continuación, nos juntamos con una pareja y continuamos comparando interpretaciones. En esta ocasión descifraron lo que quería decir sus dibujos y los míos. 

Así, descubrimos que  nos basamos en unos aspectos o en otros dependiendo de nuestras experiencias. Después contamos las historias de los demás como si nosotros lo hubiésemos vivido. Fue complicado porque cada una empezaba de una forma distinta y organizaba la secuencia en distinto orden. 

Las conclusiones a las que llegamos es que podemos ser muy creativos con lo que interpretamos partiendo de que somos creadores de la interpretación. Mientras que quien cuenta la historia parte de unos elementos simples, el que la interpreta crea nuevos significados y posee una mayor cantidad de información. 

En el proceso de crear están implicadas numerosas habilidades que dependen de numerosas variables y posibilidades. Hay aspectos que determinan los recuerdos y las interpretaciones. El tiempo transcurrido desde entonces o las veces que los recuerdas pueden ayudar o empeorar, ya que puedes introducir nueva información que antes no tenías y modificar el recuerdo. 

O si es un recuerdo de la niñez puede que lo interpretes a tu manera. Por ejemplo, cuando tenía 3-4 años, estaba corriendo de la entradita de mi casa al comedor  y recuerdo que me tropecé y se me cayó la mesa de cristal con la figurita en la cabeza. Tras mucho años, salió el tema con mi hermano y me dijo que no tropecé sino que trepé y la mesa con la figurita vencieron. 



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