4 de marzo de 2016

En blanco

Esta semana he estado yendo a un curso intensivo sobre cómo presentar trabajos académicos y lo cierto es que pese a acabar cansadísima entre las prácticas por las mañanas y el cursillo por las tardes, me ha venido muy bien asistir.

Considero que no tengo demasiados problemas a la hora de escribir, al menos me resulta más fácil escribir que hablar, pero sí que tenía serias dudas sobre qué hacer cuando no sabes sobre lo que quieres escribir, pero sabes que tienes que hacerlo, y no escribes, o lo escribes y los borras, o lo escribes y los modificas, o lo escribes y lo reescribes y no te acaba de convencer.

Me llamó la atención este aspecto porque es lo que me ocurre a mí en este momento con el TFG. Las lecturas no hacen más que acumularse y, como no tengo tiempo de leerlas, las que tengo que revisar y las que tengo que leer por primera vez se van apilando. No sé la de veces que he cambiado la carpeta en la que están las lecturas. Y las que quedan.

El curso me dejó tranquila respecto a eso porque se dijo que es algo normal; hasta que no me ponga a redactar no voy a saber qué incluir y qué no. Lo más importante es tener las ideas claras de cómo se van a integrar, relacionar y conectar los puntos clave, algo que no termino de ver muy claro.

Lo que más me preocupa es el espacio; si empiezas con la portada, el índice, la introducción, y la bibliografía ya ocupan la mitad del trabajo. Es cierto que no empecé a redactar, pero me conozco y sé que me voy a exceder del límite, de ahí que necesite tener claro los puntos clave. Creo que para entender el trabajo es necesario explicitar y concretar varios aspectos, sobre todo porque se consideran que el burnout es un sinónimo del malestar docente, del estrés, de la depresión y de la alienación. 

Si de entrada no se comprenden esas distinciones, el resto del trabajo carece de sentido. Hay varias maneras de entender el concepto (4 perspectivas diferente, que yo sepa)  y pese a que hay diferencias entre ellas, todas tienen en común que consideran que el burnout no es ninguno de esos conceptos, aunque generalmente se confundan. Con el concepto que tiene más relación y del que se diferencia en un detalle muy sutil  es del estrés, pero aún así no son sinónimos. 

Un aspecto esencial que vi en el curso fue tener claro quién va a leer el texto porque condiciona tanto el tipo de léxico como la manera de concretar ciertos conceptos. De modo que en función del receptor se priorizará un tipo de registro u otro, un vocabulario más preciso y una explicación más o menos exhaustiva. 

El primer día vimos qué hacer cuando nos encontrásemos ante un folio en blanco, es decir, cómo empezar a escribir, qué recursos se podían utilizar para comenzar a escribir. Una de las propuestas fue comenzar a escribir sobre el tema sin saber qué escribir. Puede parecer absurdo pero lo cierto es que si ni siquiera intentas escribir, no vas a escribir, mientras que si te obligas a hacerlo, no sólo vas a escribir, sino que vas a comenzar a soltarte escribiendo. Se aprende a escribir, escribiendo. 







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