Aparentemente no tiene nada que
ver la clase de counselling de ayer, pero voy a intentar relacionarlo. Me
gustan los desafíos y ponerme a prueba a mi misma para demostrarme que no llevo
razón en aspectos que no quiero tenerla. Por así
decirlo, es como si me picara conmigo misma y aunque no siempre me salgo con la
mía,
consigo demostrarme que puedo hacer algo que en un principio pensaba que no.
Pero cuando no es así,
cuando no consigo lo que me propongo o me equivoco sin querer me planteo que
hubiera pasado si hubiera actuado de otra forma o hubiera o no hubiera hecho
algo para poder evitarlo. Lo bueno de equivocarte es que aprendes, aunque no
sea de una experiencia buena.
La frase va mucho más
allá en cuanto a que cuando hacemos caso a alguien y nos
equivocamos, el culpable de dicha equivocación no sólo es la persona que hace caso a quien
da consejo sino también quien da el consejo.
Ayer seguimos tratando el tema de
la agudeza sensorial de la semana pasada pero con cierta sutileza. Hay gente
que disimula mejor que otra y dependiendo de con quién esté,
de la confianza con esa persona o del tipo de persona de que sea te va a costar
más
o menos.
Para llegar a crear una relación
de Rapport (sintonía) con alguien realizamos una serie de ejercicios.
El primero consistía en acompasar (parecerse en cuanto a su
forma de expresarse no verbalmente) o desacompasar durante una conversación.
Una de las partes de la pareja desconocía el modo de trabajar, simplemente se le
indicó que tenía que conversar con la otra persona.
Reconozco que disimular no es lo
mío
y que no sabía cuando tenía que acompasar y desacompasar porque no
sabía exactamente donde estaba Alejandro como para saber si tenía
que acompasar o desacompasar, salvo cuando se acercaba a mi campo visual.
Precisamente no pude saberlo porque estaba acompasando ya que mi pareja me
estaba mirando conforme hablábamos. En cambio, sabía
que si veía a Alejandro tenía que desacompasar necesariamente.
Cuando desacompasaba me hacía más consciente de mis manías
posturales. Tampoco quería acompasar demasiado porque la sutileza
entraba en juego y se trataba de no hacer movimientos estrambóticos
cada vez que desacompasásemos.
Creo que es algo que suelo hacer
de forma natural, el hecho no de imitar pero sí llevar a cabo esa capacidad de servir
de espejo a la hora de hablar con otra persona. Es una forma de comprender y ver
que la otra persona te está atendiendo. Pero no siempre es así,
por ejemplo, si consideras que alguien no te está mirando puedes pensar que no te hace
caso, pero sin embargo se está enterando de la conversación.
O como cuando conoces a alguien y te hace un gesto que ya sabes si le pasa algo
o no y no hace falta que haya hablado para saber qué le pasa.
Un aspecto que no tuve en cuenta
cuando hice el ejercicio, pero que tampoco suelo hacer salvo con gente que
tengo cierta confianza, es no mirar directamente a los ojos cuando acompasas.
Es una forma de intimidar cuando no conoces a una persona y pretender
establecer una sintonía con ella sin saber si ella quiere o
no. He aquí la importancia de los espacios que se tendrán en cuenta a continuación.
Mientras acompasaba me pasaron
varias cosas curiosas. Cuando dejaba de acompasar mi pareja me acompasaba a mí,
de modo que esa relación no se rompía. Por
ejemplo, acompasaba con la mirada y cuando tenía que desacompasar miraba la ventana o
la pizarra de modo que mi pareja también lo hacía. En cambio, cuando se acompasa
verbalmente es mucho más fácil notar los cambios de desacompasamiento
aunque no solíamos desacompasar ninguno de los dos sino que nos hacía
acompasar más, es decir, hablábamos de otro tema o no considerábamos
que fueran tan obvios. O incluso tan eficientes, parece que no está
tan relacionado con la manera de hablar o la cantidad de intervenciones orales
que se haga sino con aspectos gestuales y posturales. Al menos esa es la
sensación que me dio.
El segundo ejercicio consistió
en gestionar los espacios primero entre las parejas individualmente y luego
juntándose con las demás parejas para así notar las
diferencias entre nuestro propio espacio y el espacio con el resto de compañeros,
notando también las diferencias en cuanto al número de personas.
Conforme se va cogiendo confianza
con la gente, tu círculo se va “fusionando”
con el círculo de otras personas. O puede que ese círculo
permanezca porque en lugar de fusionase los círculos se han separado. O puede que
durante un tiempo estuvieran fusionadas pero con el paso del tiempo ya no lo
estén.
Por último, el tercer ejercicio consistía
en hablar el lenguaje de la persona con la que estás hablando, es
decir, interpretar la información que te llega. Por ejemplo, si una
persona habla de coches es un sinónimo
de que le gustan los coches. A partir de una conversación pueden
descubrirse muchos aspectos de la vida de las personas o de la forma en la que
esa persona interpreta el mundo.
La empatía tiene que
ver mucho con lo que hicimos en toda la sesión. Es una manera de sensibilizarnos a
notar los cambios o a inferir lo que nos quieren decir. En muchas ocasiones,
las personas van por un problema pero la solución no está en el mismo problema sino que va mucho
más
allá, se refieren a aspectos de su vida que relaciona
indirectamente o que en cierto modo no ha superado.
Por ejemplo, cuando tuve el siniestro
con el coche, el primer día tuve miedo de coger cualquier coche,
por mucho que mi padre me instara a cogerlo para evitar que le cogiera miedo.
Durante un periodo de tiempo, como el lugar donde ocurrió es un sitio
de paso hacia mi casa, no podía tener los ojos abiertos en ese tramo.
Quizá sea porque no recuerdo lo que ocurrió en ese tramo
durante un pequeño periodo de tiempo y pensaba que tener los ojos abiertos me
haría acordarme de lo que casó o evocar el propio accidente. Ahora no
tengo ningún tipo de sentimiento cuando paso por ese tramo.
Como he dicho al principio, voy a
intentar relacionar el sentido que tiene esta sesión con el
sentido de la frase. Lo bueno de este tipo de frases es que son ambiguas, es
decir, pueden tener varias interpretaciones al igual que las sesiones. Puede
que a primera vista parezca que no hicimos nada en la sesión
pero lo cierto es que en este tipo de metodologías el aprendizaje no es en la clase,
sino que conforme pasa el tiempo va cobran más sentido.
El tiempo que dura una clase
nunca es suficiente para aprender pero
depende de las distintas formas de clase, te da la sensación
de que aprendes más o menos independientemente del tiempo que dure una clase. Lo
que más me gusta de este tipo de clases tan prácticas
que parece que no estás haciendo nada pero transcienden mucho.
Puede que sea yo quien haga que transcienda más que las otras metodologías.
Cuando comienzas una relación
con una persona y tomas la decisión de hacerlo, es muy distinto a si lo
haces porque es amigo de un amigo tuyo. Quiero decir, por imposición
El hecho de que acabe bien o acabe mal esa relación que ha comenzado por decisión
de la persona que ha querido que eso fuera así depende de esa persona. Tanto para bien
como para mal aunque en el caso de que vaya mal no lo consideremos así.
Para mí, lo
importante de esta sesión es la capacidad de conectar y
desconectar con la persona sin que ello repercuta en la relación
que se está empezando a llevar a cabo. El hecho de desconectar no quiere
decir que sea malo para que esa relación llegue a buen puerto o para que
termine mal.
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