¿Hace
falta hablar para que la otra persona te entienda? ¿Es cierto eso que dicen de
que una mirada lo dice todo?
Hay
momentos clave o vínculos afectivos, que realizamos no solo con nuestros
familiares más cercanos o amigos, sino con gente que apenas conocemos, en los
que el hecho de hablar pasa a un segundo plano y entran en juego estrategias
como la inteligencia emocional o la sensibilidad de notar cambios en las
personas que nos sirven para interpretar aquello que no se transmite de manera
hablada.
Por
ejemplo, el vínculo materno afectivo comienza antes del nacimiento del bebé y
se prolonga hasta finalizar la infancia o comienzos de la adolescencia, periodo
decisivo para en el vínculo que condicionará la relación materno-filial en años
futuros, o al menos en parte. En la mayoría de las ocasiones, madre e hijo no
se comunican con palabras, sino por medio de gestos y miradas que ambos saben
lo que implica sin necesidad de abrir la boca.
Pero
no solo en el contexto familiar se produce esto, cuando estamos con nuestros
amigos utilizamos un código no verbalizado en el que se mantienen pequeñas
conversaciones o intercambio de información donde tanto el que recibe como el
que manda la “señal” saben descodificar dicha “señal” y es capaz de contestar
de tal manera que ambos se comprenden. O por ejemplo, cuando dejamos pasar a
alguien cuando vamos conduciendo, un simple gesto hace que dos personas se
comuniquen sin necesidad de hablar.
Todo
esto viene a que estas semanas, más bien desde que comenzó el curso
prácticamente, estoy dando clases de repaso a compañeros de clase de las
matemáticas del año pasado.
Tengo
la manía de ser un tanto descarada al mirar a la gente, pero es cierto que
muchas veces no soy consciente de ello, sino que simplemente me quedo mirando
un punto fijo pensando en mis cosas. Eso no me pasa siempre, es decir, hay
contextos o momentos que tiene lugar en determinados contextos en los que mirar
directamente cobra mayor sentido para mí que en otros.
En
el contexto del aula, no tanto el que sea en la universidad o en el instituto o
en el colegio, considero que aquello que no se dice es al menos igual que
aquello que se omite, es decir, un silencio después de una explicación puede
ser similar que intentar explicarlo, con una simple mirad puedes saber si los
alumnos lo entienden o no, sin necesidad de preguntarlo. Todos necesitamos
nuestro tiempo para comprender y aprender, si fuese tan fácil aprender todo
sería más aburrido, al menos para mí lo sería.
Hace
un par de años, en PDD recuerdo que la diferencia que establece Kegan entre
objeto y sujeto para organizar la
experiencia no llegaba a comprenderla y debido a mi afán pro preguntar todo, le
pregunté (al profesor) que qué significaba. Es curioso porque sabía la relación
que existía entre sujeto y objeto pero no sabía que implicaba cada uno, ya que
en ese momento precisamente sujeto y objeto eran mi sujeto, es decir, podía
establecer una relación entre ellos porque sabía estaban correlacionadas de
cierta forma, pero no sabía qué era aquello que les hacía cambiar y qué sentido
tenía que aquello que consideramos sujeto se convirtiera en objeto y no era al
revés. Para mi sorpresa, cuando le pregunté me quedé igual que estaba y creo
que quedó claro con mi mirada porque aunque no dije nada, obtuve como respuesta
que no me preocupara.
A
eso justamente es a lo que voy, porque resulta que en el intensivo del lunes,
una de las chicas no sabía solucionar un problema, algo que me sorprendía
porque sabía que no era así. Por lo que decidí leer con ella el enunciado y
copiar los datos simplemente. Para su sorpresa, cuando terminé de leer el
enunciado ya había terminado el ejercicio, sin necesidad de que yo la ayudara.
Se quedó tan sorprendida que me miró como diciendo “¿ya está?” y para corroborar
el hecho de que le hubiera resultado tan fácil hacerlo, le preguntó a un
compañero “¿el año pasado era tan fácil?”.
A nivel personal, considero que en la docencia
es tan importante aquello que se dice como aquello que se suprime por medio de
la voz, es decir, que no hablemos no quiere decir que no se diga o que no se
transmita aquello que se pretende.
Hay
diferencias entre ser estudiante y ser profesor en este tipo de vínculos, al
ser estudiante tienes como referencia al profesor que sabes que te va a dar la
explicación, o al menos debería, es una figura de referencia para ti, pero
cuando tú eres el profesor es mucho más complejo porque en mayor medida depende
de ti que tus alumnos no se enteren, al menos es lo que pienso yo cuando no se
enteran de lo que les explico, y dudas de ti mismo, es decir, saber si estás en
lo cierto. Aunque supongo que esto último dependerá tanto de tu formación como
docente como de tu formación en el área correspondiente. Y de la experiencia
que tengas o de la facilidad de respuesta.
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