El otro día estuve viendo la última, o de las últimas, película de “The Karate Kid” (1984) y me llamó la
atención un detalle muy gracioso, al menos a mí me lo pareció. La escena ocurre
minutos antes del primer combate, donde el profesor no se había leído las
reglas de la competición y la sorpresa del mismo alumno de que así sea.
El hecho de no saberlo no repercute en el proceso de
enseñanza-aprendizaje, al menos no en ese momento para el profesor. Es curioso
porque los que más preocupados estamos a la hora de ser evaluados somos los
estudiantes, o al menos es lo que demandamos desde que se inician las clases. O
lo que más priorizamos a la hora de hacer frente a una asignatura es saber la
manera en la que te van a evaluar, perdiendo lo verdaderamente importante del
proceso evaluador, lo que se aprende y no lo que se va a evaluar de ese
proceso.
Quizá en el contexto de la película, no es tan importante el
hecho de ser más fuerte que tu contrincante, o al menos no es lo que prioriza
el profesor ni el alumno en ese contexto, sino ser más listo que él, tanto
física como mentalmente.
Los pocos recuerdos que tengo de cuando hacía Kárate precisamente
son las exhibiciones. Me gustaban porque no las hacíamos en el polideportivo
del colegio sino que se realizaban en distintos polideportivos de Alcalá. Hice
algún combate, porque hay fotos de ello, pero no los recuerdos y lo que más me
gustaba eran las Katas, sobre todo porque lo hacíamos todos juntos y porque era
la manera en la que todos hacíamos lo mismo independientemente de nuestra edad
o del sexo. Lo que sí recuerdo es que si no era la única chica, éramos pocas.
Volviendo a la película, recuerdo muy vagamente “Karate Kid” (2010), sobre todo porque hace unos cuantos
años que no la veo, y no será por la de veces que la he visto. Me refiero a la
que tiene como profesor al Señor Miyagi y como alumno a Daniel Larusso.
Todo esto venía a que en la escena que comentaba antes me
recordó a una situación similar que tuve el otro día con un profesor de este
cuatrimestre pasado, a cuyas clases teóricas no iba principalmente porque no
tengo una base, ni sólida ni líquida, de historia y todos los ejemplos que
ponía en clase era sobre cuestiones de historia.
Me arrepiento por no haber ido porque las clases de
DIDÁCTICA de las Ciencias Sociales, asignatura a la que me refería en el
párrafo anterior, tenían un fuerte carácter didáctico, para mi sorpresa.
Sorpresa porque la otra asignatura tiene poco o nada de didáctica, pese a
llevar el mismo nombre pero enfocado a las Ciencias Naturales. Como decidí no
ir a las clases, sabía que me iba a resultar más complicado estudiarlo por mi
cuenta, sin las explicaciones del profesor.
Pero no me resultó tan complicado, al menos no demasiado
complejo, como para seguirlo de manera autónoma.
Hay muchas diferencias entre la escena y mi experiencia
personal, sobre todo teniendo en cuenta el proceso de enseñanza-aprendizaje y
la relación profesor-alumno. Mientras que en la escena tanto profesor como
alumno participan activamente en la adquisición de habilidades y capacidades que
el kárate requiere, en mi experiencia la relación fue distinta en las clases
prácticas y en las teóricas (en las prácticas participaba activamente, sobre
todo en las exposiciones, y en las teóricas ni siquiera estaba en clase) pero
eso no repercutió en no tener una relación o al menos cierta vinculación. Para
bien o para mal, no sé si porque fue tutor mío el año pasado en el Prácticum I,
se sabía mi nombre. Incluso el último día me vaciló, algo que tampoco puedo
saber si es bueno o malo.
Personalmente, considero que no se puede llevar a cabo un
proceso de enseñanza-aprendizaje sin establecer un vínculo o una relación entre
profesor y alumno, sobre todo teniendo en cuenta que los roles no son fijos, el
profesor no siempre enseña y el alumno no siempre aprende.
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