Siempre me ha molestado de la gente, y de mí misma, el hecho
pretender cambiar algo pero no hacer nada por remediarlo, o al menos no durante
mucho tiempo. Para mí, la docencia es un proceso dinámico, es decir, tienes que
estar renovándote profesionalmente, sin tener en cuenta el nivel académico al
que estés impartiendo clase.
Es cierto que en cualquier profesión es imprescindible, o al
menos para mí lo es, avanzar conforme lo hacen las demandas porque considero
que no son negativas, sobre todo aquellas que nos ayudan a desarrollarnos
profesionalmente y a tener una visión más amplia o más concreta de nuestro
campo de actuación.
Pero hay ciertas profesiones en las que el ámbito social es
tan grande que la expresión “renovarse o morir” no está tan lejos de la
realidad. Hace unas semanas leí un post de un profesor donde se explicitaba la
dependencia de los profesores a las presentaciones de Power Point y lo que
estaba produciendo en los alumnos. Un Power Point no deja de ser un simple
recurso, al igual que puede ser un libro o buscar por internet, pero la manera
de usarlo va a condicionar la manera en la que los alumnos consideren esa
herramienta. En mi caso, todos los trabajos, o al menos la mayoría, han sido
por medio de un Power Point por las ventajas que presenta como sintetizar la
información y ser más visual que un libro, pero es cierto que puede resultar
hasta cansado para nosotros estar continuamente utilizando ese recurso. Aunque
no considero que sea un mal recurso, considero que se utiliza mal en el aula, o
al menos la manera en la que me lo han enseñado a mí, porque, en ocasiones, se
tiene gran dependencia de ese recurso. ¿Qué va a pasar el día que se vaya la
luz?
En mi opinión, creo
que los alumnos estamos tan acostumbrados a ellos que ni tan siquiera nos
importa lo que ponga en ellos, es decir, los consideramos como un recurso más.
Acorde con este exceso de utilización de un recurso no tan novedoso, el otro
día estuve debatiendo con un compañero sobre esta cuestión y me dijo: “Pero es
que no se puede hacer de otra forma, los profesores se limitan a explicar que
hay muchas formas de enseñar pero solo dan clases magistrales para prender que
nosotros lo hagamos así”.
Mi contestación fue “Si piensas que no se puede hacer de
otra forma, no lo vas a hacer”. Otra cosa es que sea más o menos fácil llevar a
cabo una clase mediante una metodología más participativa del alumno, haciéndole
partícipe de su propio aprendizaje. Si el profesor enseña a sus alumnos para
que estos aprendan ¿qué sentido tiene que los alumnos no sepan lo que están
aprendiendo, o que lo olviden a los pocos días de haberlo memorizado?
De hecho, todos hemos aprendido algo para un examen y al día
siguiente o a las dos horas de haber realizado el examen, en mi caso, no te
acordabas de lo que habías estudiado. Para mí, lo que te enseñan, sobre todo en
la ESO y en el Bachillerato, es memorizar la máxima cantidad de información que
puedas, independientemente de que la proceses o no, de que verdaderamente
signifique algo para ti o no, de que te sirva en un futuro o no. Estudiar, o
mejor dicho lo que entiendo por estudiar ahora mismo, es muy distinto a cómo lo
consideraba cuando estaba en ESO y en Bachillerato, y no es por el nivel de
exigencia, ya que quizá ahora se requiera mayor poder reflexivo que en etapas
educativas anteriores, sino porque memorizar no sirve para nada si luego lo
olvidas.
Como dice mi abuela “El movimiento se demuestra andando”. No
puedes pretender que tus alumnos enseñen de manera innovadora si tú les enseñas
de manera tradicional, donde las clases están guiadas por el profesor y el
alumnado se limita a escuchar y estudiar, sin poder dar sentido a aquello que
están aprendiendo.
No es la primera vez que nuestra clase recibe quejas por las
veces que hablamos en clase, y seguramente lleven razón, pero hay veces que
estamos reflexionando sobre lo que hablamos en clase porque consideramos que es
importante. Pero no siempre es así, sino que nos limitamos a hablar de otras
cosas, como hacemos tanto los alumnos como los profesores.
Quizá esté sensibilizándome a notar esta serie de
situaciones, en la que puedo abstraerme del grupo y verlo desde una perspectiva
distinta a la mía como alumna y a la del profesor, tanto por las lecturas que
estoy realizando para la investigación como por el hecho de que en un futuro,
cada vez más cercano, mi rol dentro de esta misma situación va a cambiar y la
manera en la actúe o no, me dé cuenta de lo que sucede en el aula o no, va a
condicionar mi identidad docente.
En la escasa experiencia que tengo como docente en las
prácticas del año pasado, no me relaciono de igual manera con un grupo que con
otro. Esto es así por dos motivos: no estuve el mismo tiempo con grupo que con
otro y las experiencias que tuve no fueron las mismas. También era consciente,
sobre todo las últimas semanas, que mi rol estaba cambiando no solo porque me
implicaba más en las clases, sino porque los niños requerían más de mí y no se
centraban tanto en la profesora que ellos tenían. Además, si había ocurrido
algo durante la sesión que interpretaba como negativo, intentaba que mi estado de
ánimo se mantuviese en equilibrio.
Tengo que reconocer que desde que comencé a indagar sobre el
tema del Burnout, focalizo más mi atención en los aspectos de relación entre
los profesores, los profesores con los alumnos y los alumnos con los
profesores, porque considero que es uno de los aspectos que más lo condicionan,
o al menos que pueden condicionarlo.
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