Una
de las cosas que más me llamó la atención en el curso de verano del 2012 sobre
el Autoaprendizaje fue la manera en la que interpretamos o damos sentido a nuestras experiencias, sobre todo la comparación
entre las que denominamos positivas y las que consideramos que son negativas.
¿De
qué depende que el adjetivo que califica a dicha experiencia sea bueno o malo,
lo consideremos como positivo o como negativo? ¿De nuestra experiencia previa?
¿Y si lo estamos viviendo por primera vez? ¿En ese caso dependería de nuestra
forma de ser, de las vinculaciones que establezcamos con otras experiencias que
asignamos como similares, de que tengamos un buen día, de si estamos felices,
de nuestro manera de concebir el mundo?
Curiosamente
tenemos más detalles cuando contamos la experiencia negativa que cuando es
positiva ya que proporcionamos más detalle por una doble causa, al menos en mi
opinión. Tanto para que la persona a la que le estás contando la experiencia
empatice contigo y te dé la razón o al menos tenga más información sobre lo
ocurrido y comprenda mejor cómo te has sentido, como para que la persona que
esté contando su experiencia se dé cuenta de los detalles que antes había
pasado por alto, pero que al reflexionar sobre la experiencia negativa ha
decidido rescatar ese detalle que aparentemente no era relevante. ¿Eso quiere
decir, que ese detalle no era importante para comprender lo que esa persona
denomina como su experiencia “negativa”?
Está
claro, o al menos para mí lo es, que ciertas situaciones que vives por primera
vez, pueden repercutir tanto en tu manera de interpretar las siguientes
situaciones similares, considerando que son iguales a la previa y actuando de
la misma manera o similar, como siendo sensible a aquello que está sucediendo
puedes ser capaz de cambiar, es decir, partiendo de una experiencia negativa
saber los motivos que te han llevado a actuar de esa manera para llegar a
cambiar el adjetivo que acompaña a las experiencias venideras, o al menos
cambiar el grado en el que seas experiencias te afectan.
No
es algo fácil de llevar a cabo, ni mucho menos, no solo porque en el proceso de
transitar intervienen muchos factores que dependen de la persona intrínsecamente que están condicionadas por su experiencia
previa y la manera en la que asimila o no dicha experiencia, sino que se
considera que la situación se va a repetir una y otra vez, sin tener en cuenta
que no se es la misma persona en ambas experiencias.
Pero,
¿por qué no pasa lo mismo con las experiencias positivas? ¿En realidad
consideramos que normal es aquello que nos beneficia o aquello que esperamos?
Una experiencia positiva, por el hecho de ser positiva no nos plantea ninguna
cuestión, en muchas ocasiones ni reflexionamos sobre ella, que sea lo
previsible ¿implica que no lo hayamos reflexionado previamente?
De
las experiencias se aprenden, independientemente de que sean positivas o
negativas, pero quizá el darnos cuenta de que algo nos rompe los esquemas que
teníamos de una manera que se pueda considerar buena o mala hace que nuestra
concepción del mundo cambie, al igual que nuestra manera de relacionarnos con
él.
Se considera
bueno o malo pero ¿para quién o en relación a quién? Puede que en un momento
determinado consideres que es una experiencia mala o buena, pero eso no quiere
decir que a lo largo del tiempo lo sigas considerando así.