Me siento más cómoda escribiendo que hablando, sobre todo en ciertas situaciones. El hecho de no hablar en un contexto en el que debía hacerlo, o se espera que lo haga, puede interpretarse de los maneras: soy tímida y no me implico lo suficiente en lo que debería hacer en ese momento.
No es la primera vez que me lo dicen, ni será la última, y aunque gran parte de culpa lo tiene mi miedo a hablar en público, es curioso que no siempre me pasa.
Cuando estoy en las clases particulares o cuando he dado clases en el colegio, me siento mucho más libre a la hora de hablar que cuando no tengo ese rol, en las clases de la universidad y en las reuniones del departamento.
Desde hace tiempo, creo que no estoy cumpliendo con mi rol dentro de las reuniones del departamento, en cuanto a representar a los alumnos de la universidad.
Considero que observo mucho más de lo que hablo en dichas reuniones, sobre todo condicionado por dos cuestiones principales: el motivo por el que quise estar en esas reuniones era porque creo que un aspecto fundamental de la docencia es la relación con los compañeros, es decir, un profesor no solo existe dentro de un aula sino que gran parte de su labor implica un alto grado de relaciones interpersonales que no siempre se tienen en cuenta (al menos me da la sensación de que no se trabaja y aprovecha lo suficiente esta faceta) y últimamente con el TFG focalizo más mi atención en este tipo de reuniones en el tipo de relaciones que se establecen entre los propios profesores, en función de lo que cada uno considere.
El propósito de este post no es justificarme de porqué no hablo o dejo de hablar en las reuniones sino que el hecho de no hablar no significa que no este implicada en lo que ocurre dentro del departamento. Aunque sí que es podía haber participado más activamente en él.
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