No sé si es como consecuencia de la carrera en sí o de mi formación trasversal en los cursillos y en Habilidades de Counselling, pero lo cierto es que estoy empezando a "sentir" o ser consciente de los sentimientos que tengo antes de dar clases.
Estoy relativamente familiarizada y acostumbrada a dar clases, independientemente de la edad tanto mía como del "aprendiz". Pero lo cierto es que no me había dado cuenta de cómo me sentía antes de comenzar un proceso de enseñanza-aprendizaje nuevo en el que se supone que yo soy la que enseña, quizá porque me resulta complicado considerar quién es el que realmente aprende y el que enseña, es decir, el que enseña está aprendiendo a enseñar y el que aprende está enseñando a la otra persona a aprender.
Cuando estaba repitiendo 2º de Bachillerato, tanto mi compañera como yo teníamos las mismas asignaturas, así que pasábamos mucho tiempo juntas y solíamos estudiar y repasar de manera conjunta. Nos explicábamos lo que no entendía cada una, por lo que a la que no se lo sabía aprendía y la otra al tener que enseñárselo a la otra también aprendía.
Para mí, esa es la clave no hay que dar por supuesto que el estudiante va a ser el que va a aprender y el profesor el que va a enseñar. De hecho, considero que el que más aprende es el profesor.
Cada clase es única, por ejemplo, ayudo a un compañero de clase con Matemáticas y cada vez que quedamos para repasar es totalmente distinta aunque aparezca de manera reiterada un mismo ejercicio. Ni él ni yo somos los mismos, ni él sabe lo mismo antes de la clase ni después, ni es tan "malo" como él dice con las matemáticas ni yo soy tan "buena". Ser "malo" o "bueno" en algo es un simple calificativo limitador, desde mi punto de vista. Los que más nos limitamos somos nosotros mismos.
Ni le considero "malo" en matemáticas ni me considero yo "buena". Lo peor es que sale de él mismo, lo que me preocupa. Por ejemplo, en Matemáticas I le dí clases en junio antes del examen pero no consiguió aprobar. Este curso, fue a clases y notó la diferencia, es decir, de limitarse únicamente a realizar una operación que estaba en la pizarra sin apenas cuestionarse si lo entendía o si le generaba algún conflicto en sus estructuras internas, en sus "estructuras matemáticas", a comprender el motivo por el cual hacía lo que hacía, de manera razonada y con cierto orden lógico.
Para mí, lo importante de esas clases no era que tuviera una nota u otra, aunque lógicamente era su objetivo principal, sino que fuera capaz de razonar los motivos que le llevaban a resolver el problema y no que el problema estuviera bien resuelto o no. Si me limitaba a explicarle los ejercicios que habían dado, solo conseguía que fuera capaz de resolver ese ejercicio en concreto, pero no hacía que comprendiera el proceso que estaba realizando, no razonaba el motivo, sino que limitaba a buscar la solución de una forma u otra.
Es muy complicado, al menos a mi me lo parece, realizar un ejercicio que no entiendes o estudiar algo que no comprendes. ¿De qué me servía, mejor dicho le servía a él, saber resolver un problema si no era capaz de generalizarlo, es decir, que en el momento de que se lo pidieran del modo inverso no supiera resolverlo?
Lo bueno de esto es que me obliga a mi a plantearme si mi manera de explicar es la correcta o no, es decir, si se limita a decirme que lo entiende cuando no es así. Para evitarme eso, siempre le obligaba a que me lo explicase y tras varios meses ya es él el que me lo explica sin yo pedírselo. Creo que es muy bueno, sobre todo porque pienso que cuando entiendes algo eres capaz de explicárselo a alguien que no lo sabe, y porque es una manera de obligarse a sí mismo a razonar matemáticamente y saber en qué paso se ha atascado y qué es lo que no comprende.
Algo que me pasa siempre, y no sé hasta que punto es bueno, es relacionar con aspectos que sé que comprender, no solo para que lo comprendan mejor sino para que no consideren las áreas o los temas como cajones estanco sin relación con otros. Eso si, requiere tanto cierta relación de confianza como cierta información del tema por mi parte. Lo que más me gusta es que las vinculaciones no siempre partes de mí, sino que en cierto modo hago que eso mismo que les enseño en un caso concreto lo generalicen y puedan aplicarlo a otros ejemplos.
Lo fácil es cuando tienes experiencia con esa persona, pero ¿y si no es así? Quizá sea por mi manera de ser, o la manera tengo de relacionarme sobre todo con gente que no conozco, pero el caso es que los primeros días son tanto los mejores como los peores. Los mejores porque es clave para establecer una buena relación entre ambos, acompasar/desacompasar son claves al inicio y no es fácil ser consciente de ello, al menos los primeros días, hasta que vas asimilando los cambios y acomodándote al proceso. Los peores porque al no saber cómo se va a producir ese proceso, te hace que no seas capaz de anticiparte a lo que puedas hacer frente a cualquier incidente crítico, a mostrarte tajante pero cercano a la vez, de no tener claro el tipo de rol que tienes, quieres y necesitas tener a la hora de trabajar con esa persona.
Sobre el 4º-5º día, al menos en mi caso, el proceso se vuelve más accesible, modelable y factible para ambos porque es cuando se comienza a estrechar la relación y cuando el lenguaje no verbal tiene significado para los dos. Personalmente, por mi experiencia, a partir de ese momento es cuando más se disfruta la docencia.
No sé si estoy más nerviosa o deseosa de empezar. Y como no podía ser de otra forma, estos sentimientos me recuerdan a cómo me encuentro a la hora de hace un examen. En el verano del 2009, me quedaron 5 asignaturas y como sabía que si iba a por todas no conseguiría aprobar ninguna, me preparé 3. ¿Lo malo? Me puse nerviosa en todos los exámenes y me quedaron 4, de hecho creo que aprobé la única que no me había preparado. Desde entonces pensé "NUNCA me voy a poner nerviosa en un examen", y no me va del todo mal porque no hice semipleno, al menos por ahora.
Supongo que conforme tenga más experiencia mis nervios antes del inicio de una clase (de un proceso de enseñanza-aprendizaje) vayan a menos, eso si que nunca desaparezcan porque es una sensación muy bonita.